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En el aire, a bordo del helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana, las palabras sobran. A una señal, los artilleros y el personal de las Fuerzas Especiales que vigilan los ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) reaccionan y toman sus posiciones.

Mientras el piloto Juan Bernardo Casarrubias Perales se mantiene en comunicación con personal de tierra, cada uno de los militares a bordo del MI-17 del Escuadrón 303 observan atentos los senderos, los autos y las personas, que a 50 o hasta 100 metros de altura adquieren otra proporción a la vista humana, hasta que sólo se percibe la ruta que sigue el ducto Tula-Salamanca.

“Se puede volar más bajo con el MI-17, hasta 20 metros sobre el nivel de la superficie, si la situación lo requiere o si el terreno lo permite, porque cuando nos aproximamos a un cerro hay que elevarnos”, comentó un militar.

El plan de vuelo se estudia desde la Base Aérea de Santa Lucía, ubicada en el Estado de México, desde donde los militares se tras- ladarán sobre el tramo Azcapotzalco-Tula y de ahí mismo continuarán en Hidalgo sobre el ducto Tula-Salamanca.

De las zonas habitadas se llega en segundos sobre carreteras, valles, lagos, veredas, cerros, plantíos y barrancas a lo largo de aproximadamente 300 kilómetros. La misma distancia se recorre de regreso.

El trayecto se realiza a lo largo del ducto en busca de huachicoleros, quienes aprovechan principalmente las zonas despobladas para “picar” y realizar la ordeña.

En vuelo de formación, el helicóptero artillado con un par de ametralladoras Mack calibre 7.62 es acompañado por un UH-60, un Blackhawk, del Escuadrón 107, que también está equipado con armas de alto poder, y que tiene la misma misión de vigilancia. Juntos cruzan sobre el Estado de México, Hidalgo, Querétaro y Guanajuato a 150 kilómetros por hora.

Entre los senderos de terracería una Humvee avanza a baja velocidad. Ambas aeronaves pasan sobre ella y continúan su camino. A pocos minutos de vuelo, se observan un par más de unidades circulando sobre caminos solitarios. Hasta ese momento no hay novedad.

“Nos comunicamos con ellos en el momento en que los vemos, así podemos hacer un acompañamiento de las unidades en caso de que se requiera que descendamos”, comentó uno de los pilotos.

Aunque no en todos los casos sería posible bajar de inmediato debido a que en algunos tramos hay zonas habitadas o la irregularidad del terreno no lo permite, comentan los soldados mientras señalan por dónde se encuentran sus compañeros en tierra.

Ambas aeronaves son parte de las 14 unidades, cuatro aviones y seis helicópteros que la Secretaría de la Defensa Nacional utiliza en el plan de protección de instalaciones estratégicas de Pemex que el gobierno federal implementó para combatir el robo de hidrocarburos desde diciembre del año pasado.

Los recorridos se realizan las 24 horas por instalaciones de los 11 principales ductos en el país, que se extienden sobre 2 mil 700 kilómetros del territorio nacional.

Se trata de una labor disuasiva que parece complicarse durante las noches, debido a que se ha detectado que se incrementa la “ordeña” de combustibles.

Por eso es que los dos aviones King Air cuentan con visión nocturna para facilitar la labor de las tropas tanto en tierra como en aire.

Así, entre el zumbido del motor y la vibración, las conversaciones entre los elementos de las Fuerzas Especiales son breves, un gesto o una seña son suficientes para realizar los cambios de turno.

Los artilleros, en cambio, permanecen en su puesto las cuatro horas que dura el trayecto de ida y vuelta mientras no haya novedad.

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