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México no enfrenta un panorama negro en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), afirma el senador del PVEM Gerardo Flores.

El legislador participó en 1994 como asesor del entonces subsecretario de Agricultura, Luis Téllez, en la negociación del TLCAN y considera que ante la posición proteccionista de la Casa Blanca y los planteamientos del presidente Donald Trump en la renegociación, los Congresos de Estados Unidos, Canadá y México serán un factor para dar claridad y ser contrapeso en las discusiones.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el también integrante del grupo que enviará el Senado mexicano a Washington para la renegociación, opina que en el Congreso de Estados Unidos hay mucha claridad de la dependencia que tiene ese país del tratado y de lo que representa México como mercado y proveedor de productos de manufactura o agrícolas.

Acepta que donde quizá la negociación —cuya primera ronda comienza mañana— podría estar un “poquito más complicada”, es en la parte automotriz.

De 1991 a 1994 Flores Ramírez fue asesor del subsecretario de Planeación de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, Luis Téllez, por lo que fue parte de ese equipo compacto encargado de brindar información exacta y “arrastrar lápiz” sobre cosechas, frutas y hortalizas para la negociación del primer acuerdo comercial entre Estados Unidos, Canadá y México.

El legislador asegura que las reformas en telecomunicaciones, pero en el sector energético, son una carta de oportunidades que México debe usar en la renegociación del acuerdo comercial entre los tres países.

¿Los Congresos de Estados Unidos y Canadá serán un contrapeso para las ideas de Trump?

—Sí, no tengo ninguna duda de ello. Tuve la oportunidad de estar en febrero con algunos senadores de Estados Unidos y tienen mucha claridad de lo que representa el tratado para sus respectivos estados y estoy seguro que [viviremos una situación] así como me tocó ver en la negociación de 1994, donde había senadores estadounidenses que tenían temas muy particulares relacionados con la economía de sus estados que ejercían influencia en la Casa Blanca sobre el equipo negociador.

Hoy es diferente, porque en aquel momento lo que buscaban era proteger a la producción o algún grupo de trabajadores de una industria en particular. Lo que vemos ahora es que tienen mucha claridad de qué ha representado el TLCAN para ellos y en la parte agropecuaria hay un grupo de productores y empresas que le han hecho ver a la Casa Blanca que por ningún motivo estarían de acuerdo en que se modifiquen de manera sustancial las condiciones establecidas ya en el tratado.

A 23 años de distancia, ¿cómo ve las condiciones de renegociación? Hay quienes dicen que el panorama es negro por la presidencia de Donald Trump...

—No creo que sea un panorama ensombrecido, hay buenas condiciones para México, ha permeado mucho una posición proteccionista, desde luego, de la Casa Blanca, de la nueva administración del presidente Trump, pero en el Congreso de Estados Unidos hay mucha claridad de la dependencia que tienen del TLCAN, de lo que representa México como mercado y proveedor de productos de manufactura o productos agrícolas. Donde quizá la negociación podría estar un poquito más complicada, pero no tengo duda de que lo sabrán resolver los equipos negociadores, es en la parte automotriz.

¿En ese sector, cuál será la parte más complicada?

—Sobre todo en la parte que tiene que ver con las reglas de origen, que es donde el presidente Trump y su equipo pretenden tratar de modificar algunas cuestiones que tienen que ver con las reglas de origen y el contenido regional para, según ellos, promover la manufactura en Estados Unidos.

¿Pero es un escenario posible?

—Creo que conforme avance la negociación habrá claridad para los tres equipos de qué cosas realmente se pueden hacer y qué cosas no. Hay situaciones, como dice el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, que el gobierno de Estados Unidos puede pensar que le podrían ayudar a incrementar la obligación de contenido regional, pero lejos de beneficiar a su base manufacturera, lo único que ocasionaría es que ciertas cadenas de la producción automotriz sean más caras, como por ejemplo la parte electrónica.

No puedes poner un contenido regional muy alto, porque lo único que ocasionaría eso sería encarecer la producción y perjudicaría a los tres mercados.

¿Cuál debe ser el objeto de esta “modernización”, como le llama el gobierno federal?

—De lo que se trata, desde el punto de vista del país, es que se busquen las oportunidades para poder exportarles más, pero también que sirva como instrumento para que el consumo del país se haga a los mejores precios posibles. Si eso significa en un momento traer producción de otro país, para eso sirve el tratado. Hay que tener un equilibrio sobre los intereses que queremos promover en la parte de la producción nacional, pero también en la parte de los consumidores de México.

¿Cuál era su trabajo en el equipo de Luis Téllez?

—De manera muy concreta lo que hacíamos en la Secretaría de Agricultura, que era una oficina muy específica que se creó para ese fin, que era una unidad de negociaciones comerciales internacionales, era tener información clara de dónde estaba parado México, necesitábamos análisis sector por sector o cultivo por cultivo.

En el caso del maíz, teníamos que identificar qué estados lo producían, dónde se sembraba, en qué meses del año se cosechaba, cuál era el destino al interior del país de esa cosecha; lo mismo lo hacíamos con el sorgo, la cebada y otros cultivos donde México tiene producción; así como el consumo de ese tipo de cultivos, porque había que identificar hasta dónde había necesidad de traer ese producto del exterior.

¿Qué era lo principal que no debían perder en la negociación?

—Lo que se debía tener en claro es dónde México tenía fortalezas, dónde había oportunidad para exportar, en qué cultivos o qué granos, porque en ese momento teníamos claro que México no tenía capacidad de exportación o era muy poca, pero en frutas y hortalizas sí había grandes oportunidades, por ello la importancia de identificar en qué momento del año había esas oportunidades y pedirle a Estados Unidos y Canadá que nos dieran acceso a esas frutas y hortalizas.

¿Dónde fueron las negociaciones y cómo eran?

—Eran igual por rondas. Se hicieron aquí en la Ciudad de México, pero también se hicieron negociaciones en Washington y en Dallas; en Toronto y en Ottawa. Básicamente eran periodos de dos o tres días, porque el acuerdo de la negociación generalmente establece que se van a crear mesas específicas para los temas. Dentro de la mesa del capítulo agropecuario había otra mesa de acceso a mercados, de medidas fitosanitarias o mesas transversales, como la de negociación de aranceles o la mesa de reglas de origen.

En el capítulo agropecuario, los secretarios no negociarán directamente, ¿eso no representa un riesgo?

—No lo creo, porque hay una base sólida que es la negociación de 1994. Me parece que ahora sólo habrá que hacer unas adecuaciones a eso, porque el mercado agropecuario está prácticamente abierto entre las tres naciones.

En términos generales ¿con el TLCAN de 1994 se cedió de más?

—No lo creo. Es una negociación en la que efectivamente tienes que ceder algunas cosas, sacando de las oportunidades que se dan como nación, en el caso nuestro, de exportar más algunos productos; en la parte de granos se protegió bien; en el caso del maíz la transición fue de 15 años. Pero hay que reconocer que estábamos en una situación de desventaja en ese segmento en México frente a Estados Unidos, porque producen en tierras de temporal y se benefician del deshielo, no había manera de competir.

¿México debe negociar de manera pragmática más que política?

—Debe ser más pragmática, desde luego siempre hay un tono político porque hay congresistas y senadores en Estados Unidos, particularmente, que hacen una presión específica cuando ven amenazada alguna área de la economía de su estado, en ese momento es cuando nosotros debemos tener algún tipo de actuación para lograr un contrapeso político. Sin embargo, debe haber mucho pragmatismo, no podemos olvidar el tinte político, pero debemos buscar que se protejan los segmentos sensibles de la economía del estado.

¿La sucesión presidencial afectará la negociación?

—No podemos negar que sí representa un factor que pueda ejercer cierta presión, pero al mismo tiempo el equipo de negociación de Estados Unidos está en una situación similar, porque ellos tienen elecciones intermedias el próximo año y, en el caso del Senado estadounidense, son ellos los que van a discutir y en su caso aprobar este instrumento. Es algo similar para ambos equipos negociadores, pero estoy convencido, por el desafío que se tiene, que se puede concluir una negociación a más tardar a principios de febrero de 2018.

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