Fernanda, como muchas miles de mujeres, no ha logrado escapar de la violencia. Su experiencia comenzó desde muy pequeña, cuando en la secundaria uno de sus compañeros la empujaba y azotaba como si fuera un juego.

Después, la última ocasión que fue agredida en una relación, quedó bajo el control de un hombre que le reprochaba su físico y no la dejaba salir con sus amigos.

La joven tiene claro que el origen de estas agresiones se encuentra en la cultura machista; sin embargo, también hace énfasis en que a las mujeres no se les enseña a alzar la voz cuando son víctimas de un ataque: “No nos han enseñado a decir: ‘No, eso no está bien’. Alzar la voz no significa sólo gritar y pintar, sino que en hay que aprender en la cotidianidad a parar estos abusos”.

Lamenta que las malas experiencias que ha sufrido le han enseñado una cosa: “Tú eres la única persona en la que puedes confiar para tu seguridad, por más duro y cruel que parezca”.

Las ocasiones que Fernanda fue agredida no tuvo a nadie en quien apoyarse. Reconoce haberse alejado de su familia por cuestiones académicas y laborales —ella es de Hidalgo y ha vivido en España y la Ciudad de México— la dejó en vulnerabilidad y luego, cuando ya sufría las agresiones, no podía compartir sus sentimientos.

“Fue un infierno solitario porque te da pena, tú sabes en el fondo que no está bien por lo que estás pasando y te da pena aceptar que estás así de mal o que estás pasando por una situación de violencia. Hay muchas campañas sobre que no está bien que te hablen así, pero realmente nadie te dice qué hacer cuando sufres a estos niveles”.

A partir de todo lo que ha vivido, la joven de 25 años explica que ahora, antes de iniciar una relación, presta atención a los comentarios de cualquier persona para no volver a repetir la misma historia: “Hay cosas de una persona que te dicen que puede ser un poco violenta. Hay hombres que tienen el machismo muy interiorizado”.

Advierte que de manera seguida debe lidiar con hombres que no aceptan un “no” como respuesta cuando la invitan a salir. En este punto, el acoso se ha convertido una constante para su vida a través de redes sociales y en la realidad.

“Que ellos tampoco acepten el rechazo está mal porque resulta que mientras más les dices ‘no’, más te empiezan a acosar porque piensan que te haces la difícil y no es así, simplemente no queremos nada”.

Para Fernanda romper los círculos de violencia en los que estuvo inmersa no fue sencillo. “Los agresores son inteligentes, se aprovechan de tu dolor, te dicen que no va a volver a pasar, te llevan de viaje y te dan regalos, pero las agresiones siguen”, dice.

No obstante, luego de haber acudido a terapias sicológicas por ocho meses y tomar medidas de autoprotección, su estado de ánimo se ha renovado.

“Empecé a disfrutar mi sexualidad y mi sensualidad, eso no significa que me acueste con cualquiera, simplemente comencé a quererme como soy”, dice.

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