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A Daniel Camacho el volante lo ha hecho rudo. Tiene 34 años, 14 de ellos manejando tráileres de doble remolque, pero sus rasgos duros lo hacen ver de mayor edad.

Dice que comenzó a manejar cuando tenía 20 años, en su natal Córdoba, Veracruz, sólo por el gusto de estar tras el volante de una máquina de varias toneladas de peso.

Ahora, Daniel maneja un tráiler apodado El Chabelo que carga 62 mil litros de combustible para la empresa Transportadora Isabel.

Él es uno de los miles de conductores que pasan hasta ocho horas en el volante para abastecer con combustible a la Ciudad de México.

El veracruzano ha recorrido casi mil kilómetros, pues es su segunda “vuelta” de Pajaritos, Coatzacoalcos, a la central de abastecimiento y almacenaje de Azcapotzalco, donde centenares de pipas entran y salen con combustible para evitar que la capital se paralice ante el desabasto de gasolinas provocado por la estrategia antihuachicol (robo de combustible) implementada por la administración de Andrés Manuel López Obrador.

“No es muy pesado manejar, pero sí cansa”, dice mientras esboza una sonrisa. El conductor se detiene justo en la entrada de la central de almacenaje, entrega su papeleta a un militar que inspecciona minuciosamente la cantidad de combustible que deja, el número de su matrícula y sus datos personales. Después de cinco minutos, Daniel enciende su doble remolque y toma camino. Cuenta que el día a día de su oficio es muy peligroso, no sólo por los accidentes carreteros, sino por la delincuencia, que a varios de sus compañeros le ha robado.

Sin embargo, él tiene un récord de 14 años sin incidentes, pues asegura que su registro no cuenta con accidentes de gravedad y ha tenido la suerte de que nunca ha sido asaltado, pero el temor es latente.

En su camino para abastecer a la terminal de Azcapotzalco o al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, tiene que pasar uno de los tramos más peligrosos de Veracruz, el que cruza de Orizaba a la Esperanza: “Es el tramo más peligroso, la caseta, les han quitado pipas a los compañeros”.

Ante lo peligroso del oficio, su esposa y sus hijos siempre le desean que Dios bendiga su camino y él se encomienda a San Cristóbal, patrono de los conductores.

Su sueldo como conductor privado oscila entre los 25 y 30 mil pesos. Por eso, Daniel ve bien la contratación de 2 mil conductores para manejar pipas de gasolina y abastecer a todo el país. No obstante, con un tono de reclamo, asegura: “Nos deben pagar más, porque no alcanza y nos arriesgamos mucho”.

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