Nueve enfermeras del Hospital General Regional 220 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Toluca permanecieron en el cuarto piso del inmueble, junto a sus pacientes contagiados de Covid-19, durante el sismo de 7.5 grados que sacudió al país el martes pasado.

Segundos después de las 10:29 de esa mañana, Mariana y sus compañeras, Abril, Beatriz, Isis Marisol, Claudia, Rosario, Azucena y la jefa de enfermeras a cargo del área, Maribel, tomaron una decisión que no necesitó consenso: quedarse con los enfermos.

“Los jefes de piso nos dieron la opción de que, si queríamos o necesitábamos salir, lo hiciéramos. Sin comentarlo, decidimos quedarnos. No podíamos dejar solos a nuestros pacientes”, dice Mariana Morales a EL UNIVERSAL.

El sismo comenzó mientras atendían a los enfermos más graves. Algunas enfermeras alertaron a otras, quienes pensaron que el súbito mareo se debía a las molestias que les ocasiona su equipo de protección.

“Inicialmente, no lo percibimos mucho [el movimiento] porque es común que al usar el equipo de protección sintamos dolor de cabeza y mareo. Pero algunas compañeras nos alertaron de que estaba temblando.

“No nos dio tiempo de pensar en quién bajaba o no, sólo vimos la situación. Nos apoyamos y tranquilizamos antes de salir corriendo. Cuando nos dimos cuenta, ya había pasado todo”, recuerda Mariana.

En medio de los jaloneos, algunas enfermeras se mantuvieron juntas y trataron de tranquilizarse; otras permanecieron cerca de los pacientes más graves para calmarlos, pues ellos no podían desalojar las instalaciones y ellas tampoco iban a hacerlo.

Cuando terminó el movimiento telúrico, todas comenzaron a revisar a los enfermos, la mayoría de ellos, graves. Se aseguraron de que ninguno presentara complicaciones y hasta les hicieron bromas para que se mantuvieran en calma.

“Los pacientes percibieron la situación. Una vez que terminó el movimiento pasábamos a sus cuartos y camas para preguntarles cómo estaban. A veces los bromeaba con que todos queríamos bolillos para el susto”, relata.

Tres de ellas, Abril, Azucena y Marisol, se asomaron por la ventana. Mariana las vio llorar cuando escucharon aplausos. Hubo quienes les tomaron fotografías que, a unas horas del sismo, se volvieron virales.

Al final del turno, su jefa les pidió bolillos y refresos para que pasaran un rato alejadas del susto y de la batalla diaria para vencer al coronavirus.

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