El paso de Emilio Lozoya por el servicio público no sólo destaca por los actos de corrupción en los que se le relaciona sino por las traiciones que lo rodearon y que, finalmente, lo llevaron a su detención, extradición y vinculación a proceso.

Desde su llegada a México, extraditado de España, el exdirector General de Petróleos Mexicanos (Pemex) no ha sido visto por nadie, pues la Fiscalía General de la República (FGR) se dedicó a protegerlo con la promesa de la entrega de información que pudiera llevar al gobierno a cumplir con su cruzada anticorrupción.

Probablemente Mario Maldonado fue el último periodista en ver y entrevistar en persona a Lozoya Austin en 2017, antes de que se fugara, razón por la que se dio a la tarea de hacer una radiografía de este personaje en el libro Lozoya, el traidor (Planeta).

En entrevista con EL UNIVERSAL, el periodista calificó el caso Lozoya como el juicio del siglo, porque en la historia de México no ha habido un exfuncionario del nivel del exdirector de Pemex, quien tenía aspiraciones presidenciales, que delatara a tantas personas por corrupción al grado de presentar acusaciones contra tres exmandatarios, uno, Carlos Salinas, cercano amigo de su padre.

¿Por qué escribió sobre Emilio Lozoya Austin?

—En 2017 él me citó para hablar sobre una serie de columnas que escribí para EL UNIVERSAL y tenía en su escritorio las hojas con los textos y todos tenían comentarios al margen. Él tenía respuesta para todo, sobre todo en superficialidades y ahí me llamó mucho la atención el personaje y es en lo que me adentro mucho a describir. Me dijo que no era cierto que era un personaje de la vida del jet set que viaja en aviones privados de Pemex, que se juntara con los jeques árabes de las cumbres petroleras o que viajara en los aviones de Petróleos con su familia y que no lo hacía con dinero público.

Terminó diciéndome que él no viajaba en los aviones de Pemex porque eran muy chiquitos, que viajaba en aviones privados más grandes porque iban sus tres hijos, las tres nanas, sus familiares, su chef. Después de esa entrevista, donde él me dejó ver mucho su personalidad real, porque desde el inicio creo que él no se sentía terrenal, como un funcionario público que se debe al servicio a la sociedad, él se sentía mucho más elevado, y de ahí me llamó mucho la atención el personaje y le di seguimiento y al resto del equipo de Peña Nieto.

Creo que fui el último periodista que lo vio y entrevistó de manera formal antes de que viniera el escándalo fuerte y que huyera.

Ahora no sé qué va a pasar conmigo porque en esa entrevista me dijo que me iba a demandar.

¿Qué descubrió de Lozoya?

—Se hizo de muchos enemigos porque era muy soberbio, egocéntrico, narcisista, creía que era el más importante dentro del gabinete del Presidente e incluso tenía aspiraciones presidenciales y lo cuento en el libro, él genuinamente creía que podía ser presidente de la República.

Parte de la trama de corrupción que envuelve a Emilio Lozoya, Pemex y la administración de Enrique Peña Nieto tiene que ver, sí, con generar más dinero del que ya tenía, porque él llegó siendo millonario y casado con una de las herederas más importantes de Europa, y porque empresarios cercanos a él me contaron que soñaba con ser presidente y estaba haciendo favores para cobrarlos después a empresarios, a exfuncionarios y gobernadores, y que le ayudaran eventualmente para una candidatura y generar su propio capital político.

¿Lozoya además de extorsionado, fue extorsionador?

—Sí, aquí hay una serie de traiciones impresionantes, el caso Lozoya llama mucho la atención porque no había en la historia de México un personaje político o ex funcionario público de alto rango como un exdirector de Pemex que denunciara o delatara a tantas personas como lo hizo él con tres expresidentes, secretarios de Estado, exlegisladores que hoy son gobernadores, por lo menos tres.

Me parece que es el juicio del siglo porque no ha habido un juicio, primero tan largo y tan desaseado con el actuar de la fiscalía, pero que involucrara a tantas personas: 70 exfuncionarios públicos y políticos fueron denunciados con santo y seña, o sea, con mucho detalle por Emilio Lozoya; ¿se puede probar o no, judicializar las carpetas, vincular a proceso o solicitar órdenes de aprehensión?, pues ahí está el tema y ya tenemos un primer ejemplo con Jorge Luis Lavalle Maury.

Llevó a gente a Pemex que no tenía idea de nada, sus amigos, los juniors que no sabían nada más que extorsionar, que pedían sobornos para adjudicar contratos y luego se terminaron quedando con varias empresas petroleras, hay todo un capítulo dedicado a estos extorsionadores.

¿Su perfil es singular?

—Es muy similar al perfil del resto de los integrantes del equipo de Peña Nieto, de los priistas y panistas y muchos de Morena.

Este caso tiene mucha traición entre todos y mucha corrupción que es la bandera que describe bien a los funcionarios de Peña Nieto y tiene mucho de ese perfil de funcionarios que llegan a la administración pública con un solo objetivo: hacerse millonarios.

¿Cree que Emilio Lozoya libre las acusaciones?

—Creo que su caso debe terminar antes de que se realicen las elecciones del 6 de junio porque ya se agotaron los tiempos, y que se va a quedar en la cárcel, que le van a negar el criterio de oportunidad y que van a terminar, a lo mejor además de Lavalle, dos o tres exfuncionarios más en prisión y ahí se va a acabar esa historia después de que denunció a 70 personajes incluidos tres expresidentes.

¿Quién traicionó a Lozoya?

—Todo apunta, y esto lo dice gente muy cercana que estuvo con él en Europa, a que su familia lo traicionó en cuanto a que le dio a las autoridades españolas sus teléfonos celulares para que lo localizaran y capturaran en donde se escondía, porque su mamá, en ese entonces, estaba detenida por el caso Agro Nitrogenados.

Finalmente, quien lo termina entregando, es su papá, quien ya tenía un previo acuerdo con Alejandro Gertz Manero, fiscal General, para someterse a este criterio de oportunidad en el que él viniera a declarar todo lo que al gobierno federal le conviene.

Cuando lo entrevisté en 2017 sabía que su villano y quien lo iba a crucificar era Luis Videgaray y hasta Peña Nieto que hizo un acuerdo clave con el presidente López Obrador en el que no incluyó a Lozoya, lo dejó a su suerte.

Lozoya en tres adjetivos: soberbio, obsesionado con el dinero y el poder, e ingenuo, porque no creyó que lo iban a traicionar al final del sexenio.

¿El caso Lozoya ha mermado en la imagen de la 4T y de la fiscalía?

—Creo que es un caso emblemático de corrupción que por la relevancia de las implicaciones y el revuelo mediático que le dio el Presidente, en el que la fiscalía debió ser cuidadosa en los tiempos legales. En cuanto al manejo del criterio de oportunidad que en México es nuevo y que en este caso se utilizó como agenda política, creo que fue lo peor que le pudo pasar al caso de Lozoya, porque ya no va a acabar bien, ya está muy desaseado, ya se hizo un show mediático y político electoral y aunque pudo ser el gran ejemplo de cómo se hace justicia en México en casos de corrupción, ya no va a suceder aunque Lozoya quede en la cárcel. Lo peor que puede pasar, para la supuesta bandera anticorrupción del presidente López Obrador, es que Emilio Lozoya quede libre.

¿A quiénes quiere llegar con esta historia?

—Creo que le puede interesar a cualquier mexicano porque es un personaje que es conocido, implica a la empresa más importante de México y la forma en que está escrita puede acercarlos a conocer al personaje, a la generación de políticos y funcionarios que se transformaron de los 80 de los que se rodeó el expresidente Peña Nieto, y que a pesar de haber estudiado en el extranjero, no tienen la sensibilidad que debe tener un funcionario público o un político para servir a la sociedad.

A continuación, un fragmento de dos capítulos del libro: Lozoya, El traidor, de Mario Maldonado. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta.




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