Tras darse a conocer el fallecimiento de Juan Arvizu Arrioja , veterano reportero de EL UNIVERSAL, colegas periodistas, legisladores y políticos externaron su pesar en redes sociales, chats y publicaciones privadas. Lo recordaron como el de su generación, pero también como el amigo, caballero y generoso maestro que ejerció su vocación hasta el último momento.

Parecía que ahí vivía Juan Arvizu con su traje de color azul marino, gris o negro, impecable al igual que su peinado y sus zapatos boleados: relucientes. Llegaba siempre al Senado una hora u hora y media antes del inicio de las sesiones del Pleno, y cuando la mayoría de los compañeros se iba, se le podía ver aún trabajando incluso después de las 9 de la noche.

En la Sala de Prensa, cuando esta todavía operaba en la sede legislativa de Reforma e Insurgentes, “el señor Arvizu” como le llamaban algunos, “Juanito”, le decían otros, bebía su café en taza, nunca en vaso de cartón ni de plástico.

“Ya no volveremos a verte en el Senado Mexicano. Siempre afable, con tu traje gris o azul marino, y tus inseparables binoculares. No olvidaré tus crónicas, notas y enseñanzas.Tú jamás bebías café en vasos de cartón, sino en taza.Te amamos”, recordó Selene Ávila.

Juan era generoso: no escatimaba en consejos ni en anécdotas que, prometía, llegaría a contar algún día a la hora de la comida, delante de algún trago, cuando la terrible pandemia por Covid-19 hubiera pasado y el país regresara a algo parecido a la vieja normalidad.

Mientras tanto se protegía lo mejor que podía: utilizaba careta y cubrebocas, cambió los saludos de mano y los abrazos por la sana distancia, y aconsejaba a los demás que hicieran lo mismo.

En su cuenta de Twitter se presentaba como “Reportero de El Universal, desde el 10 de abril de 1984”, en su chat de WhatsApp su estado siempre alertaba que se encontraba “Aquí en el Run-Run”.

Y así se le pudo ver hasta el último día que cubrió el Senado: inclinado frente su computadora, apurando las manos sobre el teclado para entregar en tiempo sus textos, recabando el más pequeño detalle para dar vida en el papel a los personajes y transportar a los lectores, mediante sus crónicas, a los hechos que había presenciado… con su café y, últimamente, su refresco al lado de la pantalla.

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Reportero de lo que las nuevas generaciones llaman “la vieja escuela”, cuidaba su libreta y la secrecía de sus textos, como recordó Ivonne Melgar de Excélsior.

“Amable, cariñoso, respetuoso, prudente y cálido, con el buenos días, buenas tardes, a tus órdenes. Podía, sin embargo, dejarte a media conversación si el momento ameritaba correr, con el impulso de quien debe seguir desde primera fila, la historia del día con día”.

A Juan, los senadores le contestaban directamente el teléfono y lo recibían en sus oficinas: conocían de su prestigio y rigor periodístico, era raro el que le negaba una entrevista. Hoy, legisladores de todos los partidos lamentaron su partida y recordaron su profesionalismo y compromiso.

En la Cámara de Diputados, el Pleno dedicó un minuto de silencio en honor al cronista, a Fernando Mora y a Juan Hernández mientras que en la Sala de Prensa donde trabajan colegas que los conocieron directamente, les rindieron un minuto de aplausos.

Inclusive el expresidente Felipe Calderón Hinojosa le dedicó unas palabras en su cuenta personal.

A pesar de proteger su información y buscar siempre la exclusiva, Juan Arvizu no escatimaba en el saludo, la cortesía y en sus consejos siempre certeros a reporteros más jóvenes que recurrían a él para contarle de sus tribulaciones por su actividad periodística. Juan, en respuesta, contaba que lo que siempre quiso fue ser reportero en un periódico grande y recomendaba seguir el llamado de su vocación.

“Que te conozcan aquí, en el papel”, decía mientras señalaba con su dedo índice una portada de El Universal.

“Tu competencia eres tú misma… y el New York Times y el Washington Post”, decía medio en broma y medio en serio.

kl

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