En junio de 2018, Rebeca fue por primera vez una sesión de Alcohólicos Anónimos, tenía más de 10 años que ingería alcohol con regularidad; en el último año bebía todos los días; al menos dos veces a la semana perdía el conocimiento, o se ponía agresiva con sus hijos, por eso buscó ayuda. Tras 21 meses de mantenerse sobria, con la llegada de Covid-19 a México y la implementación de la Jornada Nacional de la Sana Distancia, no pudo acudir a sus sesiones y recayó, lo que provocó su muerte el 26 de junio pasado.

Gady Zabicky Sirot, titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic) dijo a EL UNIVERSAL que aún es pronto para saber si realmente hubo un incremento en el consumo de alcohol durante el confinamiento o si personas con adicciones recayeron, pero lo que sí identificaron fue a una pequeña población con dependencia a las bebidas alcohólicas .

“Tenemos que ver realmente cómo ha incrementado la solicitud de ayuda, hemos recibido llamadas de menores de edad y adultos que consumen alcohol o tabaco y quieren dejar de hacerlo, son números que tienen que procesarse bien, pero a ojo de buen cubero si nos arrojan un incremento. Identificamos también a sujetos con dependencia aunque sea leve al alcohol que no teníamos registrado”.

De acuerdo con la Central Mexicana de Alcohólicos Anónimos, los grupos de AA funcionaron con “cierta normalidad” durante la jornada de Sana Distancia, pero sí disminuyó la asistencia a sesiones, en su mayoría se hacían de forma virtual, lo que aumentó la posibilidad de que los militantes recayeran.

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“Por disposición sanitaria, se suspendieron todas las actividades presenciales de Alcohólicos Anónimos, como las visitas a centros de trabajo, escuelas o instituciones del sector salud a donde acudían para transmitir el mensaje preventivo, algunos grupos abrían con precauciones y otros implementaron sesiones virtuales, pero no tenían 100% de asistencia, es probable que algunas personas recayeran a su adicción, pero al momento no tenemos cifras precisas”, dijo Roberto Karam Araujo, presidente de la Central Mexicana de AA.

Datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016 – 2017 (Encodat) indicó que entre 2011 y 2016, la prevalencia en el consumo de alcohol en mujeres pasó de 28.1 a 27.2%.

Mientras que en el consumo excesivo durante el último mes tuvo un incremento de más de tres veces al pasar de 2.2% a 7.7%. Una situación similar ocurrió con el consumo consuetudinario, es decir, el que se hace por costumbre, en mujeres pasó de 0.4% a 3.9%. La Encodat también reveló que el consumo excesivo en el último mes aumentó con relación al estudio realizado en 2011, pasó de 4.5% a 10.8%.

Marisol es la hija mayor de Rebeca, tiene 31 años, le siguen Renata de 28 y Juan Carlos de 25, ninguno ingiere bebidas alcohólicas por temor a desarrollar una enfermedad como su mamá.

“A mi papá lo dejé de ver antes de cumplir 12 años, tuvo una pelea muy fuerte con mi mamá y se fue, creo que eso contribuyó a que ella encontrara un refugio en el alcohol. Unos cinco años después de que se fue, mamá empezó a tomar, primero en fiestas familiares, luego se me hizo común verla con su copa los fines de semana”, cuenta Mari, como le dicen de cariño.

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En 2016, Rebeca perdió su empleo como mesera en un restaurante del Centro Histórico, casi un año después informó a sus hijos que la despidieron por beber en horas laborales o por faltar como consecuencia de las resacas.

“Todo el día estábamos en la calle, los tres trabajamos casi desde que cumplimos 18 años, un día llegamos a la casa y nos dijo que ya se quedaría ahí para atendernos, no hubo problema, pensamos que era lo mejor para ella, porque trabajó toda su vida para cuidarnos, lo malo es que no nos dimos cuenta de que tomaba sola”, relata Juan Carlos.

Seis meses después de perder su empleo, Rebeca empezó a tomar con más frecuencia, a la hora de la comida, dos copas antes de dormir, porque aseguraba que solo así podía conciliar el sueño, si sus hijos la cuestionaban, argumentaba que estaba triste por pasar casi todo el día sola y sentirse “inútil”.

“El problema es que no entendíamos al alcoholismo como enfermedad, a veces pensamos que exageraba cuando decía que estaba triste y por eso tomaba. Un día la encontré tomando a las 10 de la mañana, la regañé y me aventó la botella, se me fue a los golpes, llegó mi hermano y me ayudó a calmarla, la llevamos con un médico particular, le hicieron un lavado gástrico, ese día nos dijeron que era alcohólica”.

Benjamín Guerrero López, coordinador de la Clínica del Programa de Salud Mental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explica que algunos trastornos como la depresión o la ansiedad generan problemas de alcoholismo o viceversa.

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“Aunado a esto, cada vez son más las mujeres quienes consumen alcohol como una forma de disminuir el dolor emocional durante sus estados depresivos. Conforme la dependencia a esta sustancia aumenta, el cerebro se daña y se llegan a desarrollar trastornos parecidos a la demencia o psicóticos como la esquizofrenia”, dice el especialista.

Tras varios episodios violentos y cuatro visitas al hospital, Rebeca se integró a Alcohólicos Anónimos, el primer mes sin consumir alcohol fue el más difícil, sus hijos y dos de sus hermanas se turnaron para acompañarla en el proceso, la convivencia con el grupo AA le hizo el camino más fácil, hasta que llegó el nuevo coronavirus.

“La diagnosticaron con depresión, además de las sesiones en Alcohólicos Anónimos iba a consulta al hospital de psiquiatría número 10 del IMSS, pero cuando llegó la pandemia, empezó a decaer, nos mandaron medicamento, pero mis hermanos y yo no dejamos de trabajar, lo aprovechó para regresar a la bebida”, recuerda Marisol.

La joven se dio cuenta de que su mamá recayó a fines de abril, recién se había prolongado la Jornada Nacional de Sana Distancia, trató de que Rebeca asistiera a las reuniones virtuales de AA, pero este apoyo no fue suficiente.

“El día de la madre le encontramos una botella de tequila y otra de alcohol etílico, se las quitamos y se puso muy mal, nos pegó, aventó a mi hermana, a mi me rasguñó, la llevamos a la clínica del IMSS, la atendieron, pero una vez que la estabilizaron la regresaron a casa, nos dijeron que era población de riesgo, que evitáramos que saliera, otra vez nos turnamos, pero encontró cómo conseguir más alcohol”.

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El 26 de junio, Rebeca tuvo una discusión con sus hijos porque no la dejaban beber, se encerró en su cuarto, cuando pudieron entrar, estaba tirada en su cama, con sus medicamentos a un costado, la ambulancia llegó en menos de una hora, pero ya había fallecido.

“Los médicos nos explicaron que tuvo un infarto, pero fue consecuencia de combinar sus medicamentos con alcohol, en su cuarto encontramos alcohol para curar heridas, ese tomó y con las pastillas se intoxicó, aceleró su ritmo cardíaco y luego murió”.

Roberto Karam Araujo, presidente de la Central Mexicana de AA comentó que solo 8% de las mujeres que presentan dependencia al alcohol asisten a algún tratamiento y que prefieren terapias individuales para su recuperación, en el contexto de la pandemia, enfatizó que se continuó con el acompañamiento aunque no todos los pacientes se adhirieron a este nuevo esquema. A la fecha no cuenta con cifras de personas que dejaron el programa, ni de cuántas recayeron.

“En estos momentos es difícil saber con exactitud cuántos abandonaron el programa, pero no sería de sorprender que muchos pacientes no se acostumbraran a las sesiones virtuales o telefónicas. Con las mujeres es más complicado porque la palabra alcohólica puede resultar muy fuerte, se sobreentiende que son mujeres que tienen poco carácter o son un desecho de la sociedad y no es así, hay mucho trabajo por delante en este tema”, comenta.

Para Marisol, el Covid-19 no fue la causa directa de la muerte de su mamá, pero sí cree que el confinamiento contribuyó para que su ansiedad y depresión arrecieran, lo que hizo que regresara al consumo de bebidas alcohólicas como una salida. Trata de que sus hermanos e incluso ella no se culpen por lo sucedido, puesto que afirma que convivir con una persona con alcoholismo no es fácil.

“En este proceso, nos centramos en mi mamá, a lo mejor no supimos como acompañarla, hicimos lo mejor que pudimos, pero no buscamos apoyo para nosotros, para saber cuál era la mejor manera para que ella estuviera bien, seguíamos al pie de la letra las indicaciones médicas, cuando entró a doble A, nos dieron sesiones familiares, pero creo que nos faltó más guía”, dice antes de despedirse.

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