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San José.— Las órdenes de los paleros cubanos, los sacerdotes de la religión palo monte de Cuba y de origen africano, siempre deberán ser acatadas. Si alguien quiere un trabajo espiritual eficiente, tendrá que entender que, como le instruyó el palero, “los huesos humanos son esenciales”.
Sin restos de seres humanos será imposible efectuar la ceremonia y apuntar a sus fines específicos. Si lo que se trata es de migrar de Cuba y caminar y cruzar fronteras, se requerirán los huesos de unos pies. Si la intención es resolver asuntos laborales, se necesitarán los de unas manos. Y si el objetivo es para asuntos del pensamiento, se pedirá una cabeza para usar los del cráneo.
Cabeza, manos y pies son las piezas con mayor uso del esqueleto completo en las actividades de palo monte, aunque otros elementos óseos también tienen su uso en el acto del palero.
Por eso, la profanación de tumbas y ataúdes para extraer diferentes secciones corporales se convirtió en un negocio en Cuba y con precios que estarían en constante amento conforme se agrava la crisis socioeconómica de la isla y crecen las ansias de millones de cubanos de involucrarse en lo que sea para tratar de resolver sus múltiples penurias.
En un país en el que, como Cuba, las creencias originadas en África y sus derivaciones posteriores fueron llevadas a partir de que el comercio de esclavos africanos comenzó en el siglo XVI, hoy por abrir un féretro y conseguir una cabeza para algún rito de palo monte se podrían cobrar más de 100 dólares, mientras que el valor de otras partes sería menor y a todo se le sumará el servicio del palero.
Pero las prácticas con ribetes de tenebrosas que ocurren en Cuba con osamentas enteras o con porciones del cuerpo humano, tampoco son exclusivas de esa isla: el contrabando de cadáveres persistió en América Latina y el Caribe durante más de 500 años y continuó en el siglo XXI con los más variados propósitos.
El fenómeno tiene en esta temporada una connotación por dos contextos.
Por un lado, la conmemoración, el próximo 2 de noviembre, con diferentes denominaciones en las sociedades latinoamericanas y caribeñas del Día de Muertos, de los Fieles Difuntos o de Todos los Santos.
Por el otro, la celebración, el 31 de octubre y en vísperas del festejo de muertos, de Halloween, de origen europeo y que pasó a Estados Unidos, desde donde rompió fronteras y se expandió por el resto del mundo.
La entrega de cadáveres a universidades y centros forenses para educación e investigación científica está regida por severos protocolos técnicos en la mayoría de países latinoamericanos y caribeños.
Los restos mortales que son transferidos a esos lugares son principalmente de personas que nunca pudieron ser identificadas, son indigentes, sus parientes tampoco los reclamaron para los respectivos procesos fúnebres o jamás se enteraron de su deceso. Las instancias judiciales de Costa Rica confirmaron que las morgues están saturadas por cuerpos sin reclamar, por lo que, con frecuencia, hacen sepelios masivos en cementerios locales.
Tétrico escenario
Los problemas con la manipulación ilegal de cadáveres se registran en otros escenarios, todos con características sombrías.
Encubiertas en la clandestinidad, casi siempre de noche o de madrugada, las operaciones para profanar nichos, fosas o sepulturas de cementerios son estimuladas por negocios para brujería o hechicería.
Los casos también ocurren en naciones en las que la santería—derivación de yoruba, otra religión de Cuba de raíces africanas, en su mezcla o sincretismo con el catolicismo—, palo monte y distintas creencias parecidas tienen un fuerte arraigo, como en México, Cuba, Venezuela, Colombia, Brasil y Trinidad y Tobago.
Uno de los más recientes casos ocurrió el 22 de este mes en el municipio de Cobija del departamento (estado) de Pando, en el noroccidente de Bolivia.
“Había objetos de actos de brujería”, narró el boliviano Rodrigo Salazar, responsable del cementerio general de Cobija, donde fue robado un cadáver, al referirse a lo que encontró dentro de la tumba vacía: una bolsa blanca con muñecos y dos telas negras. “Es otro hecho donde se sustraen restos humanos de una persona. Los familiares (…) denunciaron. Venimos y hacemos la inspección y verificamos que no había (…) restos. Identificamos que había una bolsa blanca y había objetos de actos de brujería”, describió Salazar, citado por Eju.tv, un medio noticioso digital de ese país.
En distintos puntos del camposanto fueron encontradas velas en los días previos a la violación de la sepultura y esas señales reconfirmaron la realización de brujería, agregó, al confirmar que el caso quedó denunciado ante autoridades de Bolivia de lucha en contra del crimen porque, sin dar detalles, los despojos mortales sustraídos “no son los únicos” que fueron robados en los últimos 30 días.
La situación también persistió en Venezuela. La apertura ilegal de tumbas para violentar ataúdes se utiliza para robar alhajas, dientes de oro y huesos para los mismos objetivos de ritos religiosos de reminiscencia africana, en brujería o en hechicería en personas que ostentan tener pactos con espíritus malignos o diabólicos.
El Cementerio del Sur, el más antiguo y más grande de Caracas, se convirtió al menos desde 2017 en un escenario de abusos.
En una crónica de noviembre de 2017, El Estímulo, un medio digital periodístico venezolano, publicó que “ya son comunes las denuncias de los familiares de los fieles difuntos [en esa necrópolis] de encontrar las tumbas profanadas y los restos de sus seres queridos desaparecidos quizás van a parar en manos de los llamados ‘paleros’, espiritistas o brujos”. Esos personajes “utilizan restos humanos para realizar sus conjuros [trabajos de magia negra] con la ayuda de espíritus del más allá, solicitados por personas de este plano terrenal”, puntualizó.
Al relatar que “en las calles de estos espacios [del cementerio] ya es común ver restos de urnas, lápidas y cruces partidas”, explicó que son “producto de las acciones de los buscadores de tesoros entre los cadáveres que revisan para ver si han sido enterrados con dientes de oro o su cadenita de bautizo, para robárselas y venderlas”. Para reseñar la cotidianidad en ese sitio, El Estímulo sentenció: “Trabajo, delincuencia y brujería”.
En situaciones similares en Guatemala, los responsables y los peones del Cementerio General, el más extenso de la capital guatemalteca, se encuentran con frecuencia en sus recorridos matutinos por ese lugar con tapaderas violentadas de los osarios y con huesos desperdigados, que recogen y devuelven a los respectivos depósitos.
También hallan nichos vacíos en los que solo fueron dejados los cadáveres de aves y de otros animales. Pero ya sea en Guatemala o en Honduras, El Salvador, Haití, República Dominicana o Perú, los hechos—aislados o repetidos—de violencia sobre los restos mortales de seres humanos son una práctica que se realiza sin cesar.
De 20 mil a 25 mil personas murieron el 13 de noviembre de 1985 en una avalancha del volcán Nevado del Ruiz que sepultó al pueblo de Armero, en el centro-occidental departamento colombiano de Tolima.
Por eso, el cementerio de Armero se transformó en un botín apetecido por ladrones que profanan las tumbas para comerciar pedazos de cráneos y de piernas o de pechos, brazos, manos y pies o hasta cabellos a negociantes de la brujería, de la hechicería o de la santería
Choque religioso
Para el disidente cubano Dagoberto Valdés, religioso, ingeniero agrónomo, exmiembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano y director de Convivencia, revista digital sobre Cuba con sede en España, “efectivamente sigue proliferando en Cuba la profanación de tumbas con varios fines”.
“El más significativo o que tiene un propósito más definido es usar los huesos, especialmente el cráneo, en religiones de origen africano. Eso ha aumentado precisamente porque ha aumentado esta práctica religiosa sincrética. En ocasiones podemos comprobar en nuestros cementerios [en Cuba] la profanación de distintos sepulcros con la desaparición de partes de los restos de las personas que ahí yacen”, dijo Valdés a EL UNIVERSAL.
El contexto está marcado por la revolución comunista de Cuba, que se instaló en 1959 y que casi desde su inicio entró en choque con la religión católica y con sus jerarquías, internas y externas.
“El origen remoto de esta proliferación de cultos africanos es precisamente que el régimen cubano ha promovido y ha destacado, como parte de nuestra cultura, este tipo de ritos africanos, incluso con la mediación de instituciones de cultura que los fomentan en los barrios en algunas ciudades, pero en general en toda la isla”, subrayó.
Al reafirmar que “la nación cubana nació en una matriz católica” y que, pese a todo, es la creencia mayoritaria en Cuba sin ser la que más se practica, aclaró que las actividades de las africanas “tampoco es que existieran siempre”.
“Al mismo tiempo que se pierde respeto por la religión católica en este sector de la sociedad cubana, esto ha sido explícitamente promovido y difundido por el régimen cubano, porque estas religiones sincréticas carecen de aparato jerárquico, de organización articulada interno y externo y de código ético que rija su comportamiento, como en la católica”, alegó.
Con un agudo concepto comercial, un panteonero cubano admitió a fuentes de este diario en Cuba que, si los empleados estatales de la isla roban recursos del Estado para negociarlos en el mercado negro y tratar de subsistir, su única opción de sobrevivencia es clara: con los huesos mortales con que trabaja creó su mercado negro para conseguirse unos dólares y satisfacer los pedidos de los paleros.