Asunción García está sentada en un banco de Barcelona leyendo el diario con desasosiego. Señala un gráfico de la caída de las acciones de CaixaBank, el primer banco de Cataluña.

“Tengo mis ahorros en CaixaBank, lo poco que tengo ahorrado”, explica esta mujer de 68 años, procedente de la provincia de León (norte) y que lleva 50 viviendo en Cataluña.

Ella es una de las muchas personas que están en contra de la independencia y observa con intranquilidad y enojo la precipitación de los acontecimientos.

El pulso entre Barcelona y Madrid ha escalado y la amenaza del ejecutivo catalán de Carles Puigdemont de declarar unilateralmente la independencia podría concretarse la próxima semana.

Tiene el apoyo de una parte importante de los catalanes, a los que pueden habérseles sumado otros indignados por la respuesta policial al referéndum del domingo pasado, celebrado pese a la prohibición de la justicia española.

Otros, sin embargo, no apoyan a los líderes regionales. Les gusta identificarse como “la mayoría silenciosa”, se oponen a la independencia y están preocupados por sus consecuencias.

El distrito barcelonés de Nou Barris (barrios nuevos), obrero y modesto, es menos separatista que otros de la capital catalana y la inquietud es palpable.

Muchos se niegan a dar sus nombres, en un ambiente de fervor independentista del que se sienten ajenos.

Una mujer lo justificó afirmando sentir “miedo”.

El tema divide a muchas familias. José María, 46 años y que no quiso dar su apellido, explicó que sus dos hijos son independentistas pero él no. “Si hablamos del tema, nos enganchamos (peleamos)”, lamentó.

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