El hambre aumentó en 2016, por primera vez desde 2003, hasta afectar a 815 millones de personas —muy por encima de 777 millones, en 2015—, la mayoría de ellas en países que han sufrido conflictos y desastres naturales relacionados con el clima, alertaron ayer varias agencias de la ONU en un informe.

El informe fue redactado por el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA). El texto destaca que, tras más de una década de avances en la lucha contra el hambre, el año pasado el número de hambrientos aumentó en 38 millones de personas respecto a 2015 y su porcentaje, equivalente a 11% de la población, volvió a situarse en niveles de 2012.

El número de personas afectadas cayó de forma continua de 926 millones, en 2005, a 795 millones, en 2010, y se había estabilizado en general hasta el salto “preocupante” del año pasado, constata el informe El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo.

Estas agencias explican que “aún no está claro” si el incremento del hambre es una irregularidad aislada o el comienzo de una nueva tendencia. La ONU atribuyó a los conflictos violentos y a sucesos relacionados con el clima, como el fenómeno de El Niño, el “repentino” empeoramiento de la seguridad alimentaria en algunas partes de África subsahariana, del sudeste asiático y de Asia occidental.

El director general de la FAO, José Graziano da Silva, mencionó que en países en paz, como algunos de Sudamérica, el auge del hambre ha estado relacionado con la ralentización de la economía.

Por continentes, casi 520 millones de personas no tenían lo suficiente para alimentarse en 2016 en Asia (11.7% de la población); unos 243 millones en África (20%) y 42.55 millones en América Latina y el Caribe (6.6%).

De acuerdo con la FAO, dos tercios de quienes pasan hambre viven en países afectados por la violencia, igual que 75% de los 155 millones de niños que tienen retrasos en el crecimiento por desnutrición crónica, cifra que descendió un millón en comparación con 2015.

Sudán del Sur, donde se declaró una hambruna este año, y el noreste de Nigeria, Somalia y Yemen —afectadas por una sequía que se ha prolongado— han sido identificadas como regiones preocupantes. Ante ese panorama, Da Silva instó a proteger a los más pobres y a combinar la ayuda humanitaria de emergencia con acciones de desarrollo.

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