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El atentado al domicilio del arzobispo emérito, Norberto Rivera Carrera, se inscribe en la inseguridad que ha sufrido la jerarquía católica en los últimos años, como el incidente con un artefacto explosivo en la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ocurrido en julio de 2017, o el ataque al párroco Miguel Ángel Machorro, quien fue apuñalado en el púlpito de la Catedral Metropolitana y murió semanas después, además de los 26 sacerdotes asesinados en este sexenio.

Omar Sotelo, director del Centro Católico Multimedial (CCM), comentó con EL UNIVERSAL que “la violencia en el país sigue creciendo y en una radiografía de los últimos seis años ya tenemos 26 religiosos a quienes se les privó de la vida. En este sexenio hubo más secuestros y atentados, como el de la CEM con una bomba, o el de sangre en la Catedral, y ahora esta balacera afuera de la casa de un cardenal. Sólo nos queda es exigir a las autoridades que tomen responsabilidad en el servicio, porque necesitamos recuperar la paz que hace mucho perdimos”.

Bernardo Barranco, analista en temas religiosos, afirmó que la organización, los recursos con que contaron y el riesgo que corrieron los delincuentes que participaron en el atentado a la casa de Rivera son muestra de que “la violencia sin control que se vive en México alcanzó al mundo religioso, el hecho de que agresores hayan querido ingresar a su casa podría tratarse de un robo, un secuestro o un atentado hacia el cardenal”.

Hizo un llamado a la Iglesia católica para no sólo lamentar las muertes de los ministros de culto: “La Iglesia ha lamentado la muerte de los sacerdotes bajo la administración del presidente Enrique Peña Nieto, o ahora del policía bancario, pero no ha hecho nada contundente; pareciera que tiene temor de alzar la voz y de tener una actitud más firme en contra de esta violencia desmedida”.

Elio Masferrer, investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, coincidió en que el atentado requirió de operación, tiempo, recursos y riesgo, porque los criminales fueron grabados: “La pregunta es quiénes hicieron esa inversión en recursos materiales y por qué. Queda claro que hay un problema a resolver y lamento profundamente que se esté llegando a estas situaciones, porque la gente no elige los cauces del diálogo y llega a esta violencia extrema que no favorece a nadie”.

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