Araceli Linares, de 52 años, era trabajadora administrativa de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) del área de armamento, y el día del colapso de la Línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, el lunes 3 de mayo, ya iba para su casa en Tláhuac, pero no llegó.

No murió en la estación Olivos, cuando cayeron dos vagones del Metro. Fue tras- ladada al hospital del ISSSTE en Tláhuac, donde el viernes perdió la vida y con ella suman 26 las víctimas mortales por el siniestro.

Ayer, familiares y amigos la despidieron. Con el dolor reflejado en sus rostros, Marvin y Nefertari, hijos de Araceli dijeron: “Nos sentimos tranquilos porque pudimos despedirnos en vida de mi mamá”.

En el hospital, los médicos veían una evolución; sin embargo, la noche del viernes, cuando Marvin, su hijo mayor, acudió a la coordinación de Tláhuac de la fiscalía capitalina a recoger las pertenencias de su madre, le avisaron que había fallecido.

Recuerda que su madre era muy entregada y buena, y cada que podía ayudaba a otras personas.

De la noche del colapso, Marvin y Nefertari rememoran que esperaban a Araceli para cenar, como todos los días.

Tras ver las primeras fotos del siniestro en redes sociales, el hijo mayor de Araceli tomó su bicicleta y condujo desde San Francisco Tlaltenco hasta la estación Olivos.

A las seis de la mañana halló a su madre, luego de que una enfermera del ISSSTE publicara las características de una mujer. Enseguida supieron que era ella.

“Sabíamos su hora aproximada de su llegada. Le estábamos preparando su cena. Cuando vimos en redes sociales que se había caído el Metro, luego, luego como hijo piensas lo peor. No tardé nada en dejar mi plato, tomar mi bici e irme al lugar del accidente”, contó Marvin.

Ayer, mientras la velaban una banda de música comenzó a tocar para Araceli Linares, víctima 26 del colapso ocurrido el lunes pasado en la Línea 12. Su féretro yacía en medio de un cuarto en donde sus familiares pasaban a darle el último adiós, le colocaban flores y le refrendaban palabras de cariño.

La calle Vicente Guerrero, en la colonia San Francisco Tlaltenco, Tláhuac, en donde se encuentra su domicilio, fue cerrada por los habitantes para realizar el velorio, luego de que fuera entregado su cuerpo.

Colocaron mesas y preparaban comida que fue entregada a las personas que se acercaban a dar sus condolencias a los deudos.

Siete coronas florales reposaban sobre una pared blanca y mientras los familiares de Araceli guardaban silencio, la banda tocaba Puño de Tierra. Retumbaba la banda en las pequeñas paredes del predio en donde velaban su cuerpo.

“Si las autoridades están dando apoyo de corazón, que no nos olviden y nos indemnicen, nos den atención sicológica, un trabajo para poder mantenernos”, pidió Marvin.

Y solicitó a la SSC que le dejaran la plaza de su madre, pues quería trabajar para poder sostener a su familia.

“Necesito el apoyo, que me garanticen que mis hermanos van a estar bien, y en la medida de lo posible, ver si podemos indemnizarlos, para ver si mi hermano menor puede seguir estudiando”, añadió.

A ratos el silencio se hacía presente en la morada en donde vivía la señora Araceli, pero el movimiento no cesaba, pues la familia continuaba sirviendo comida.

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