En la frontera entre la alcaldía Tlalpan y el estado de Morelos se encuentra uno de los tantos lugares abandonados por las autoridades. A pesar de ser parte de la metrópoli, el poblado de El Guarda se rige por “usos y costumbres”; ahí no se ven patrullas de la policía local, la vigilancia es escasa o nula en toda la zona boscosa donde, a decir de moradores, les pertenece a los taladores clandestinos y a la delincuencia organizada.

En recorrido realizado por EL UNIVERSAL, se observó que en las entradas y salidas —por la carretera federal a Cuernavaca— no hay cámaras de seguridad, la última que se observa, perteneciente al C-5 de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC-CDMX), está a la altura del pueblo de San Miguel Chicalco, la cual no sirve luego de que la misma delincuencia la descompusiera de manera intencional hace dos años y revelan que, a pesar de los reportes, nadie atiende sus quejas.

La misma orografía de la zona permite que sea un lugar ideal para que los delincuentes hagan de las suyas, desde talar árboles de manera clandestina, que la utilicen como refugio para integrantes de la delincuencia organizada y para la instalación de narcolaboratorios, hasta convertirla en una suerte de ; de los tres últimos asesinatos de alto impacto que se registraron en este año, los cadáveres fueron localizados en esa zona.

Lamentablemente no son casos aislados, cifras de la procuraduría capitalina revelan que, por ejemplo, de enero a noviembre de este año fueron localizados en la zona boscosa de Parres 21 cadáveres que, debido a la descomposición que presentaban, fueron llevados a Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) en calidad de desconocidos; de las 21 víctimas, sólo siete fueron identificados y entregadas a sus familiares que los buscaban, luego de que reportaran a la dependencia local que un día “desaparecieron” y nadie supo más de ellos hasta que pobladores de aquel lugar los encontraron.

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A estas personas las buscaron en hospitales, en otras entidades, en distintos centros del Servicio Médico Forense (Semefo) sin tener suerte, incluso provocaron que se organizaran varias protestas y, de manera independiente, los familiares implementaran “rastreros” en esa zona, pues nadie conoce los caminos y escondrijos esa zona boscosa.

Según las estadísticas de la procuraduría local, de las 21 víctimas, 16 murieron por arma de fuego y cinco más por arma blanca. Llama la atención también que 10 cadáveres corresponden a cuerpos de mujeres, lo que enciende las alarmas de las autoridades, pues en algunos de los casos, ya identificados, se sabe que los agresores “levantaron” a las mujeres en algún punto de la ciudad, abusaron sexualmente de ellas, las asesinaron y luego, las dejaron en el desolado paraje.

Parres El Guarda es similar a cualquier pueblo perdido en lugares como Morelos, Guerrero, Michoacán e incluso Chihuahua, donde la delincuencia organizada hace de las suyas sin la incursión de las autoridades, lo que preocupa a los moradores, quienes a sabiendas de lo que pasa ahí, prefieren guardar silencio, al revelar incluso que tienen años pidiendo seguridad y nadie se las ofrece.

“Aquí es tierra de nadie, no somos ni de Morelos ni de Tlalpan. Aquí es de los delincuentes, aquí se esconden, vienen y nos dejan muertos, anda gente armada, llegan extraños del Estado de México, de Tepito, de Tláhuac o el Ajusco a rentar y comprar casas porque saben que aquí no hay vigilancia, ellos tienen el control y nosotros no podemos hacer nada, no hay cámaras de vigilancia, ya viste, no hay patrullas”, comenta don Crisósforo, originario del poblado y quien revela que el problema de abandono es eterno en ese lugar.

“Por años hemos pedido ayuda a la delegación Tlalpan porque el pueblo pertenece a esa alcaldía, pero no nos hacen caso, sólo nos dicen que sí, mandan uno o dos días patrullas y ya, hasta los policías se van después de las seis de la tarde, cuando se mete el sol, imagínese cómo nos quedamos nosotros que vivimos aquí”, dice,

Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de 2017 revelan que en el poblado de Parres viven apenas unas mil 800 personas en una espacio de 25 hectáreas de zona boscosa que los propios habitantes desconocen. En ese año, se contabilizaron un total de 471 viviendas; sin embargo, durante los últimos dos años, dicen los lugareños, se ha llenado de delincuentes “pesados”.

“Aquí nos conocemos todos, sabemos quién es hijo de quién, a qué se dedica y todo eso. El problema es que cuando en la Ciudad —centro de la CDMX— se empezó a poner feo, todos esos delincuentes empezaron a llegar aquí, ellos son los que rentan las casas, las cabañas. Hacen fiestas grandes, disparan al aire los fines de semana, se ven armados y no les podemos reclamar nada”, relata.

“Nosotros somos los que en los recorridos encontramos los cadáveres; hemos visto laboratorios que dicen que son de drogas, denunciamos a talamontes que andan como si nada aquí. Los comisarios ejidales se ocupan de otra cosa, no pueden y no podemos meternos con esa gente, es muy peligrosa y estamos a su merced”, comenta don Ramiro, otro de los “viejos” que ha vivido desde siempre en ese lugar.

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Buscan familiares de desaparecidos organizar rastreo en la zona

Conociendo la problemática de inseguridad de toda la zona de Parres, familiares de víctimas de desaparecidos planean organizar —de manera independiente— una serie de rastreos en todo ese lugar; sin embargo, el temor a represalias o a que les “pase algo” ha impedido la expedición, por lo que han solicitado acompañamiento policiaco, pero de momento no han tenido respuesta.

“Hemos pedidos rastreos en la zona del Ajusco, en el Cerro de la Estrella, en Iztapalapa, pero ahí, en ese lugar, no. Sabemos que es complicado y, sobre todo, peligroso. Imagínate como está que la misma gente de la procuraduría nos dice que esperemos, que ocupan más gente para peinar todo esa zona, nadie la conoce y es mucho terreno”, comenta Mariela, madre de Daniela, joven desaparecida desde 2018.

Dice que los pobladores no quieren que se les involucre; “sin ellos es complicado, son los que conocen los caminos y los lugares donde pueden abandonar los cuerpos”.

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