Toluca, Méx.

En la comunidad de San Cristóbal Huichochitlán las mujeres indígenas otomíes comenzaron a preparar las cruces tejidas de palma seca, representativas del Domingo de Ramos, cuando inicia la Semana Santa. Las tejedoras lamentan que cada vez hay menos interés por continuar con esta actividad y temen que al morir las ancianas, se pierda la tradición.

Las cruces y palmas son figuras que únicamente elaboran mujeres, desde niñas, a los 10 o 12 años, y hasta las ancianas del pueblo, localizado en la zona norte de la capital mexiquense. Son viviendas pequeñas, de gente con ingresos muy bajos, la mayoría se dedica al comercio de productos como sombreros, bordados en tela o joyería de chaquira y estambre.

Leonarda Martínez González es una de las precursoras de esta actividad en su familia y externa que es casi una tradición que heredan por generaciones; ella lo aprendió de su madre y su abuela, ahora lo pasó a sus hijas y nietas, pero cada vez son menos las que deciden aprender las técnicas de bordado o tejido, las nuevas generaciones prefieren buscar trabajo en la zona industrial o ir a la universidad.

La casa en la que se lleva a cabo esta actividad es un predio con un patio grande donde se reúnen varias mujeres de todas las edades, algunas en sillas, otras en tumbonas, unas más en el suelo, quienes van seleccionando del piso las ramas que servirán para dar forma a un tejido rebuscado o uno muy simple, que después irán a vender al centro de Toluca, a la zona del Valle de México, Taxco y, sobre todo, a las iglesias en la Ciudad de México.

Explica que son un grupo de artesanos que busca un impulso, al menos poder vender sus productos esta temporada de Semana Santa en Toluca, porque hasta el año pasado estaba prohibido.

Lo que tejen no sólo son cristos y cruces, también elaboran canastas, vírgenes, caballos, botas, pájaros y tapetes. Es toda una gama de opciones que pocas veces son apreciadas por los compradores, porque dicen que casi siempre les regatean el costo.

“De la canasta podemos hacer tortillero, panero, bolsas... Lamentamos mucho que cada vez quedamos menos artesanos, en mi casa apenas quedamos seis personas que sabemos hacer esto, pero si estas mujeres se mueren, ya no habrá quien continúe con la tradición”.

Aunque su interés es que los jóvenes continúen con el tejido de palma, cada vez es más complicado, pues para vender las piezas relacionadas con las celebraciones católicas, comienzan a trabajar desde dos meses antes, después se dedican al tejido de sombreros para septiembre.

Sentada en su tapete tejido, dice que se han perdido las costumbres de los otomíes, como tumbarse a tejer junto a otras mujeres con quienes comparten muchas de sus vivencias, pues se convierte en una especie de convivencia familiar en la que cuentan sus problemas.

Las cruces tienen varios tamaños, van de los cuatro centímetros hasta las más grandes, en las que pueden tardar entre una o dos horas. Para este tejido ocupan plástico con el que amarran la figura, además deben invertir 15 pesos por palma, en esta comunidad ocupan el rollo que cuesta 300 pesos.

Los precios de las figuras oscilan de los 10 a los 60 pesos, dependiendo del tamaño y la calidad, además de lo que esté dispuesto a pagar el cliente, porque siempre quieren pagar menos, comenta.

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