Cuando Elena ve acercarse a potenciales clientes sobre 5 de Mayo los invita a pasar al Potzollcalli: “¡Amigos, aprovechen! ¡Estamos al 2x1! ¡Pásenle!”, dice con súplica y entrecortada voz, dado que es poca la gente que recorre las calles del Centro Histórico, que son vigiladas por decenas de policías.

La pareja la ignora y decide meterse a los Tacos Tlaquepaque para echarse unos de suadero y un par de Cocas, ante la tibia mirada de los uniformados que saben de las restricciones sanitarias del Gobierno capitalino por estar en semáforo rojo.

A los lejos, como lamento, es constante el llamado de una grabación, que hacen sonar por pequeños megáfonos trabajadores de Protección Civil: “¡Alerta! ¡Alerta! ¡Estás ingresando a una zona con emergencia sanitaria por el Covid-19…!”, para luego dar una serie de recomendaciones que pocos las respetan.

Mientras, restaurantes como El Cardenal y Sanborns de la calle Palma mantienen grandes letreros: “Comida sólo para llevar”.

Al taquero al pastor de la calle Motolinia lo tiene sin cuidado las restricciones sanitarias, puesto que su fiel clientela llega y acepta la oferta de “5x$20”.

“La ventaja es que aquí no nos toman la temperatura, ni nos dan ese líquido viscoso, por lo que todo el día nos molestan las moscas”, comenta con sonrisa Lupita, empleada de una tienda de conveniencia sobre 5 de Mayo, mientras le sirven sus tacos “con mucha piña y los demás; poca salsa”, exige a Lucio, quien invita a los contada gente que camina sobre la desolada calle, acompañada de los gritos de volanteros de las ópticas de Tacuba.

Los uniformados condicionan a la gente caminar por calles del Centro Histórico, por momentos se ve a personas paradas afuera de los negocios cerrados, para luego ingresar en ellos sigilosa y rápidamente, sin ser molestados por autoridad alguna.

Locales de zapaterías, joyería, ropa y telas, entre muchos otros ubicados en esa zona, permanecen cerrados, las tiendas de conveniencia son las únicas que mantienen actividad “normal”, aunque son contados los clientes que ingresan en ellas.

En tanto que los restaurantes, sin importar el tamaño, también registran movimiento; sin embargo, solamente para vender comida para llevar, por lo que afuera de los inmuebles están estacionados, lo mismo que jóvenes en bicicleta o motocicleta, que esperan sus pedidos.

“Definitivamente este virus nos jodió por donde se le vea”, denuncia con coraje don Pancho, el eterno lustrador de calzado que diariamente se instala afuera del restaurante El Cardenal de la calle Palma.

Lamenta que para ese momento —12:00 horas—, “solamente usted y dos más han venido. Ya hasta estoy pensando en botar todo y quedarme en mi casa. Todo está cerrado, no hay gente. Vea, esto está para llorar”, señala mientras se esmera en sacarle brillo a los zapatos de su solitario cliente.

Don Pancho asegura que “si ve gente, es porque los camiones que vienen de Tasqueña, Huipulco y Xochimilco, sólo llegan a Pino Suárez, y al no dar servicio el Metro, pos todos tienen que caminar buen trecho”, comenta con irónica sonrisa.

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