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La contingencia por el corte total de agua en la Ciudad de México pasó a segundo término por la conmemoración del Día de Muertos, en la que miles de capitalinos, como el señor Alejandro Muñoz, acudieron a un panteón para visitar a sus seres queridos fallecidos y celebrarlos como lo hacían en vida, con sus alimentos y música favoritas.

“Venimos a honrarlos y a tratar de continuar con una tradición netamente mexicana”, comenta don Alejandro junto a la tumba de sus padres Leonor y Eduardo, en el Panteón Dolores, la cual luce adornada con papeles de colores, figuras de calaveritas y, además, junto con su hermana y sobrinos, trajo algunos alimentos para comer, la cerveza que le gustaba a los familiares; es como si se tratara de una esas visitas habituales a los abuelos.

El menú más común de los visitantes para comer junto a sus familiares que partieron son los tacos de chicharrón, queso, salsa, frijoles, otros más traen tinga o tortas.

En el cementerio de Dolores, el más grande de la capital, por donde se camine se escucha música ranchera, de banda, boleros, o el ritmo que le gustaba a la persona fallecida como los tangos de Carlos Gardel, que le gustaban al papá del señor Alejandro y que reproduce desde su celular.

Los músicos como Heriberto ofrecen sus servicios. Las canciones más pedidas son Amor eterno, Que falta me haces, Mi viejo; una melodía cuesta 80 pesos, pero la demanda ha bajado porque cada vez más personas reproducen música desde sus celulares y con bocinas portátiles.

“Pero esto no ha muerto, porque no hay como la música en vivo”, agrega Heriberto en su traje de charro.

Ni la lluvia dispersa a la gente que llega con cempasúchil y otras flores de temporada. A unas calles, algunos comerciantes rematan grandes ramos a 20 pesos antes que termine la celebración. Los niños van disfrazados de calaveras, como el personaje de la película Coco, o personajes de Halloween.

Este 1 y 2 de noviembre llegaron más de 81 mil personas a las diferentes calles y andadores del Dolores, según la alcaldía de Miguel Hidalgo.

En uno de los pasillos está el señor Javier Sánchez pintando de blanco la tumba de su mamá Carmen. Desde niño venía al cementerio, porque ahí mismo yacen también sus bisabuelos, abuelos y tíos, y le inculcaron la tradición del Día de Muertos.

“Es un reencuentro con la gente que amamos y es un tributo que le rendimos a nuestros seres queridos por amor y agradecimiento a quienes nos dieron la vida y amor”, comenta el señor Sánchez.

Desde Villa Nicolás Romero, Estado de México, viene la señora Alicia Moreno a honrar a su esposo Antonio. Junto a sus hijas adornó con flores y agua bendita la tumba, y después rezaron: “Es una tradición importante pero triste; la mayoría lloramos a nuestros difuntos.”

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