Bertha Sánchez e Irma García salen sonrientes de las instalaciones del , pues en tan solo una hora y 15 minutos, aseguran, “hemos quedado Ese bicho nos hará lo que el viento a Juárez”, comentan las vecinas de la

Confiesan que hoy se conocieron y ya son amigas, “porque es día de alegría, para celebrar. Muy buena la organización, la atención y no tuvimos ningún problema para ser atendidas y vacunadas”, señalan sin perder la sonrisa.

Y tienen razón, pues en contraste con el centro de vacunación de la Alberca Olímpica, aún y cuando ambos lugares están ubicados en la Alcaldía Benito Juárez, este último parece pertenecer a Ecatepec o cualquier otro del Estado de México.

Mientras en este lugar, situado en la calle de Dakota y Filadelfia, colonia Nápoles, es todo organización, con decenas de jóvenes con chaleco verde recibiendo a los abuelos, en la Alberca Olímpica literalmente quien acude, es abandonado a su suerte.

Acá, en el Pepsi Center, es alegría, felicidad. Así lo reflejan los abuelitos cuando salen, mientras que en Churubusco y División del Norte, hay rostros adustos, molestos, porque los hacen esperar en pleno sol y lentamente ingresan a esas instalaciones.

Bertha y su nueva amiga, Irma, salen felices tras vacunarse contra Covid-19 en Benito Juárez
Bertha y su nueva amiga, Irma, salen felices tras vacunarse contra Covid-19 en Benito Juárez

Foto: Armando Martínez/ EL UNIVERSAL

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Aunque una vez que entran y son atendidos por los muchachos de chaleco verde, no abandonan su enojo por hacerlos esperar a plenos rayos del sol sobre División del Norte, sin que nadie los oriente.

“Hasta parece que vamos al paredón.

Me recuerda mucho las escenas de la película ‘Cuando el destino nos alcance’. ¿Quién nos garantiza que este gobierno, tan malvado que es, nos esté utilizando a los ancianos como conejillos de indias? No sería raro”, dice Doña Petra a su querubín Hugo, mientras avanzan lentamente en la larga fila de la Alberca Olímpica; ambos acuden a vacunarse.

Sin que aparezca algún joven de chaleco verde para ayudarlos o policía que les apoye, los vecinos de Benito Juárez ignoran que en el Pepsi Center ocurre todo lo contrario. Bueno, en este último lugar hasta empleados de la Alcaldía, con chaleco azul marino, colaboran en la logística. No así en la Alberca Olímpica.

“Eso es culpa de quien coordina la operación. Aquí --en el Pepsi Center--, desde ayer estamos así. Unos están aquí en la calle para recibir a los adultos, para ayudarlos a bajar de sus autos, donde les ofrecemos una silla de ruedas, en caso de requerirse. Y otros, en el interior, los orientan hasta que son vacunados y luego los acompañan hasta su salida”, señala un sujeto de chaleco gris, quien se niega a dar su nombre, “porque no estoy autorizado”.

Pero cuando se le requiere presentar a la persona que puede dar información, trae a quien dice llamarse Rebeca Sánchez, que asegura ser directora de Regulación Territorial, aunque responde de la misma manera de que no está autorizada para dar entrevistas, pero asegura ser la coordinadora del evento .

“Sólo la gente de Comunicación Social puede hablar. Así es la indicación. Espero me comprenda”, comenta para ingresar presurosa al inmueble, donde cuatro jovencitas con entallada playera blanca y pants verdes bailan, para entretener a los abuelitos y sus familiares que los esperan.

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Incluso, en el Pepsi Center los adultos mayores ya vacunados, relajados, con cara como si fueran padres primerizos, al salir son premiados con un plátano y una botella con agua.

Empero, en la Alberca Olímpica nada. Al salir, se enfrentan a un ensordecedor ruido de claxonazos y recordatorios familiares, pues los automovilistas llevan prisa y no hay policía alguno que agilice el tránsito en el cruce de División del Norte y Churubusco.

“Ese es el costo de vivir en una alcaldía que no es gobernada por Morena. Ya ve, en la Miguel Hidalgo, hasta el alcalde ofreció sillas de ruedas para los abuelos que acudieron a vacunarse, pero aquí a nuestro alcalde no le permitieron nada. Pero Morena ni crea que va a venir a gobernar. Eso sí que no”, advierte José Merino y su esposa Chayito, cuando abandonan las instalaciones tomados de la mano.

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