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Escribo desde Ensenada, última parada de este fascinante recorrido vínico. Le contaba la semana pasada que me encuentro viajando a través de los estados que lideran la producción vitivinícola de nuestro país junto a los toneleros de Groupe Sylvain. En 10 días, y más de 3,490 kilómetros, he podido sumar proyectos de Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Aguascalientes, Zacatecas, Coahuila, Chihuahua y Baja California a la “ruta máxima” del vino mexicano.
Después de Aguascalientes, viajamos a Zacatecas para conocer las nuevas plantaciones de Campo Real Vinícola. Cautivadores son los paisajes que pueden descubrirse entre Ojocaliente y Trancoso, dominados por viñas dedicadas a la producción de uvas de mesa. Junto a “Chava” Salas, mano derecha del Dr. Joaquín Madero en Campo Real, pudimos probar monovarietales de Merlot, Syrah y Malbec de Tierra Adentro; debo confesar mi sorpresa al hallar un Syrah sin los tonos reductivos que suelen caracterizar a la cepa en el Bajío. De sus blancos ya le había contado: explosivos, frescos, vibrantes…
De Zacatecas fuimos a Coahuila.
Nuestra primera parada en esta ruta del vino mexicano fue en Arteaga, región serrana que alberga Bodegas del Viento y Bodega Los Cedros. José Trillo, enólogo de ambas vinícolas, fue nuestro guía. De Bodegas del Viento vale la pena mencionar su Merlot: estructurado, placenteramente ácido y lleno de matices herbáceos y florales. De Los Cedros, bodega que se convertirá en una de las grandes referencias del norte de México en los próximos años (créame, ¡lo será!), hay que apuntar a Fusión, un interesantísimo ensamble de Shiraz, Merlot y Cabernet Sauvignon.
Más de 160 kilómetros al oeste: Parras de la Fuente. Después de una pausa breve en Casa Madero, visitamos los viñedos y bodega de Rivero González. Entre lo relevante están el blanco de Cabernet Sauvignon y el rosado de Merlot, dos etiquetas que bien podrían resumir la vanguardista propuesta de Rivero González.
Ocho horas en la ruta y llegamos a Chihuahua.
Pinesque, proyecto comandado por Gilberto y Mónica Pinoncely, y Bodegas Encinillas, en el corazón del valle homónimo, son las referencias del estado. Del primero hay que probar Gastone e Maria, mezcla de Cabernet Sauvignon y Syrah con tonos de frutos negros maduros, caucho y vegetales ahumados; del segundo, Megacero, coupage de Merlot, Shiraz y Cabernet Sauvignon con notas de fruta negra, especias y flores secas. Tampoco hay que olvidar nombres como Palomino, Cavall 7 y Richesse, que hoy también integran la amplia oferta local.
¿De Baja California …?, podría escribir mil columnas. De lo que visité y probé en estos tres últimos días de la ruta máxima del vino mexicano , bien interesantes son: el Pinot Noir de Viñedos de la Reina; el Santos Brujos Chardonnay de Viñas del Sol; Umbral Blanco, de Château Camou; los Cabernet Sauvignon de El Cielo, que luego se funden en astros y constelaciones; las barricas de Cabernet Sauvignon reservadas para Teziano, en Norte 32; el ensamble de Cabernet Sauvignon y Nebbiolo de Xecué; Pater, el Cabernet Sauvignon de Viña de Frannes, y Árbol, nuevo proyecto de Finca La Carrodilla y primer vino 100% orgánico de México.
$566
La Europea
TIERRA ADENTRO SYRAH
Syrah
Zona de producción:
Trancoso, Zacatecas
Vista:
color cereza profundo, limpio y brillante
Nariz:
intensos aromas de frutos rojos maduros, de confitura de cereza con un fondo de especias cálidas y vainilla
Boca:
estructurado y elegante, con taninos finos, acidez vibrante y alcohol en perfecto balance. Largo final frutal y especiado