Rusia

es conocido por las matrushkas, el Kremlin y el vodka . Pero más allá del estereotipo de “beber como cosaco”, en el país más grande del planeta también comen bien.

Ubicado a unos pasos del centenario Kiosko morisco de Santa María la Ribera , vive Kolobok , un esférico y amarillo personaje hecho de masa que escapó de su hogar. En este lugar se cocinan delicias rusas como la sopa borsch , el strogonoff y un ejército de platillos que mezclan la

campesina y la de palacio, según lo refiere su menú. Para ordenar, las imágenes resultan útiles, pero también pedir sugerencias al paciente mesero, como lo hice yo.

De beber, un dulce ponche frío de frutas secas bautizado como kompót. Para los paladares aventureros, un kvas, una bebida fermentada de pan y manzana que sabe como si el tepache y la sidra se hubieran conocido en Moscú.

En Rusia sí vives de ensalada. Prueba de ello es la famosa ensalada rusa , que si tienes más de 30 años seguramente la recuerdas en c.a.d.a. fiesta infantil a la que ibas, y si no, te cuento que se elabora con papa, huevo, salchicha, cebolla, pepinillos y mayonesa. Yo probé la shúba, servida a modo de pastel cuadrado y construida en sabrosas capas frías de arenque, papa, zanahoria y betabel con mayonesa. Si no te convencí con la ensalada, déjate malcriar por los blinis: crepas con variedad de rellenos, siendo los de carne con col una garantía.

El humeante apapacho viene en esa sopa que te hablé al principio. El intenso color morado grita “betabel” y cada cucharada revela pequeños trozos de res que la hacen deliciosa. Una brevísima circunferencia de crema le aporta ese balance de acidez.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Ya entrados en los platos fuertes, primero lo reto a pronunciar los nombres y pedir un befstróganov [bifstroganof] o un gulyásh [gulash]. El primero puede ser de pollo o de ternera y viene bañado en una cremosa salsa de champiñón. Acompáñalo con pasta y ensalada y recuerda algún banquete noventero, cortesía de su estética. Pero superando los prejuicios, está riquísimo. En caso de preferir cerdo, el gulyásh es la opción; puntas de carne que reposan en salsa de jitomate llena de umami y un poco de perejil seco.

Si estás lleno, no importa, regálate la indulgencia del pastel de miel a.k.a. medovik. Estas esponjosas capas separadas por crema, coronadas con nuez troceada y un ligero baño de miel que se deshace en la boca, satisficieron el paladar de los zares rusos y ahora el de los habitantes de la Ciudad de México.

Kolobok

es una de esas pequeñas sorpresas de la ciudad que ofrecen, entre sus muros y fogones, todo un festín.

Kolobok

Dirección: Salvador Díaz Mirón 87, col. Santa María la Ribera.

Tel: 5541 7085

Horario: lun-dom 10-21 hrs.

Promedio: $350 pesos

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