A lo largo de las últimas tres décadas, la vitivinicultura en Suiza ha experimentado cambios profundos…

Este territorio, reconocido por sus fascinantes vinos blancos, hoy también es cuna de excepcionales tintos, de vanguardistas prácticas agrícolas y técnicas enológicas. Sí, querido lector, decir Suiza es apuntar a uno de los secretos mejor guardados de Europa.

El pasado fin de semana Aigle, en el corazón del cantón de Vaud, alojó la 26 edición del Concours Mondial de Bruxelles, uno de los campeonatos del vino más influyentes de la industria internacional.

Además de catar y premiar algunos de los mejores exponentes del planeta, el campeonato fue el pretexto para descubrir personalmente la riqueza vitivinícola local.

Antes de estilos y etiquetas, es importante hablar de regiones productivas. Suiza reúne 62 Apelaciones de Origen (AOCs), repartidas a lo largo de 26 cantones que, a su vez, se dividen en seis grandes zonas vitivinícolas: Tres Lagos, con cerca de 930 hectáreas de viñedos distribuidos en Neuchâtel, el lago de Bienne y Vully ; Vaud, la cuna de la Chasselas, la cepa icónica local; Ginebra, tercera mayor región productora, reconocida por sus caldos de Gamay y Chasselas; Valais, con sus más de 4,850 hectáreas de viñas ligadas al curso del Rhône; Ticino, territorio italohablante enfocado al cultivo de la Merlot, y la Suiza Alemana, repleta de Pinot Noir y Müller-Thurgau.

Qué uvas se producen en Suiza… La producción local reúne más de 252 cepas, clasificadas entre “variedades indígenas”, “variedades importadas” y, lo que llaman aquí, “creaciones”.

Pinot Noir, Gamay, Syrah, Cabernet Franc, Merlot, Chardonnay, Pinot Gris, Sauvignon Blanc y Silvaner se cuentan entre las uvas internacionales que han logrado adaptarse al paisaje suizo. Particularmente fascinantes son la Gamaret y la Garanoir, cruces de Gamay y Reichensteiner, literalmente creadas por el instituto suizo de investigaciones agrícolas “Agroscope” en la década de los 1970. Ni qué decir de la Chasselas, extendida en todos los rincones de este país.

“Oye Carlos, ¿cómo es la Chasselas? ”. La mayoría de la cosecha anual se destina a la producción de vinos blancos secos, frescos y delicados, dotados de una particular mineralidad y generalmente moderados en contenido alcohólico. Cuando son jóvenes , los vinos de Chasselas ofrecen tonos característicos de flores blancas, limón, peras, pedernal y mantequilla; con el paso de los años, las cosechas excepcionales desarrollan matices de miel, caramelo, chabacano, canela, curry amarillo, avellanas, almendras tostadas y trufa. En boca, unos y otros develan una acidez vibrante, con ligeros rastros de gas carbónico.

En la próxima entrega apuntaremos a la Pinot Noir, hoy reconocida como la uva de mayor producción local. Mientras tanto, le dejo una sugerencia fácil de hallar en casa…

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