Amo cuando una serie de comida te motiva a viajar, probar cosas o, por lo menos, a abrir una botella de vino mientras la miras (y deseas que la teletransportación exista). Eso me sucedió con la última temporada de Chef’s Table , viendo el capítulo de Dario Cecchini, célebre carnicero italiano que alguna vez vimos al lado de Anthony Bourdain en No Reservations. Así que, con copa de Chianti en mano, hice la reserva para un restaurante donde los manteles a cuadros y el aceite de oliva no han renunciado al reflector desde hace 22 años.

¿ Negroni o Aperol spritz ? Difícil decisión, pero el cálido clima que vivimos estos días en la ciudad me hizo elegir el segundo. Nunca es mala idea aclimatar el cuerpo con un aperitivo italiano. El tráfico citadino demoró a mis agregados culinarios, pero no a la canasta de pan que arribó a la mesa con un cuenco de madera lleno de mantequilla hasta el tope. No pude ignorar el sentimiento de retroceder en el tiempo, pues hasta la servilleta que contenía el pan tenía una aparente quemadura provocada por un cigarro (y han pasado 10 años desde se instauró la ley anti tabaco en los restaurantes).

De primer acto, un antipasti de prosciutto y mozzarella que, al parecer, también fue víctima del tránsito porque transcurrieron más de 20 minutos antes de ser servido. Delgadas láminas de felicidad (o jamón curado) fungían como la barrera de una sutil cama de arúgula cubierta por cuatro trozos de mozzarella, algunos trozos de jitomate, pimienta y unas gotas de aceite de oliva. La ausencia de suero en el queso denotaba que no era precisamente fresco y en el prosciutto tampoco se apreciaban las vetas blancas de grasa características de un buen jamón, pero la combinación de estos elementos siempre es una gozadera.

Para la segunda interpretación, la elección fue unánime: pasta , carbonara para mí. El vino de la casa desaparecía peligrosamente de la copa, pues, una vez más, el spaguetti fue detenido por algún oficial de tránsito o aquí se toman muy en serio el término de slow food . Tocino, huevo, parmesano y pimienta. El brillo de la pasta provocado por la grasa de cerdo y la yema de huevo son reconfortantes en el paladar, especialmente cuando un trozo de tocino se cruza en la mordida. Los detalles vintage siguen apareciendo, esta vez en versión cilantro seco adornando la orilla del cóncavo contenedor. Como bailarina de ballet (danza que por cierto se originó en Italia), el tenedor continuó girando hasta terminar el platillo. Fue una serie de movimientos apetitosos, mas no memorables.

El tercer acto fue representado por un tiramisú poco afortunado. La acuosidad del postre nos intrigaba pues, aunque la receta original demanda soletas bañadas en café, éste se retiene tanto por el bizcocho como al ser refrigerado. La decepción (y la costumbre) nos llevó a ordenar un carajillo, aunque creo que hubiera sido mejor idea optar por una grappa o un amaro. Es probable que esta función italiana no estrene nueva temporada para mí.

Casa D’Italia

Dirección: Agustín Melgar 6, col. Condesa

Tel: 5286 2021

Horario: : Lun-sáb 13:30-0:00 hrs. / dom 13:30-19:00 hrs.

Promedio: $650 pesos

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