Monterrey.— Debido a sus dimensiones y por la reconversión, el Hospital Metropolitano, con sus 228 camas, es el mayor centro de atención para pacientes Covid, no sólo en el estado, sino del país.

Sin embargo, debido a la actual crisis sanitaria, el nosocomio atendió el martes pasado en sillas a 30 pacientes al estar por encima de su capacidad.

Mientras tanto, una gran parte de la población que hace su vida “normal” parece no preocuparse ante el sombrío panorama presente en el estado, que podría empeorar por las celebraciones de Año Nuevo, pues si enferman de gravedad con el Covid-19 posiblemente no habrá lugar para ser atendidos, porque 10 de los principales hospitales públicos y privados de la entidad están llenos al 100% de su capacidad.

De acuerdo con datos que los propios centros médicos notifican diariamente a la Secretaría de Salud del gobierno federal y contenidos en la Red IRAG (Infección Respiratoria Aguda Grave), el 29 de diciembre estaban al 100% de su capacidad el Hospital Metropolitano, Centro Médico Hospitaria, el Hospital General de Cadereyta, Doctors Hospital, el Hospital Universitario, el Hospital General de Zona 4 del IMSS y los cuatro hospitales del sistema Christus Muguerza.

El secretario estatal de Salud, Manuel de la O Cavazos, reportó que los contagios han ido al alza como resultado de la reapertura de establecimientos —después de dos fines de semana que estuvieron cerrados— y por la gran movilidad que se dio en los días previos a la Navidad.

Dado que se decidió dedicar el Hospital Metropolitano exclusivamente para enfermos de terapia intensiva, los que se agravaron ahí mismo fueron internados y los que se mantuvieron estables se trasladaron a los hospitales de Montemorelos, Juárez y Sabinas Hidalgo, lo que ha aliviado un poco al personal.

Mientras hubo casos de personal sanitario que renunció a su trabajo o se amparó para no atender a pacientes de Covid-19, en el exterior del Hospital Metropolitano la situación ahora ya parece ser normal, salvo porque hay menos gente.

Un médico que porta su bata blanca camina por la banqueta con desenfado al tiempo que llama por teléfono y fuma un cigarrillo, mientras lleva el cubrebocas bajo la barbilla.

Frente a la entrada principal, recargado en un poste, un hombre cercano a los 60 años, sin cubrebocas, vende chicles y cigarros que coloca sobre el capacete de un auto estacionado.

“¿Usted no tiene miedo de contagiarse de Covid?”, se le pregunta, y con un dejo de tristeza y resignación responde: “Ya estoy más allá que pa’ acá, mi amigo, tengo otras enfermedades, lo mismo me da”.

Un guardia de seguridad que ronda los 65 y custodia la entrada al hospital presume que él ya está protegido, pues recibió la vacuna de Pfizer; sin embargo, se queda pensativo cuando se le comenta que la inmunidad no es inmediata y prueba de ello es que deberá recibir otra dosis.

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