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Santa María Ixcotel

“Fui pandillero de lo peor, adicto a la heroína, me inyectaba y todo, pero gracias a todos voy saliendo. Aquí, tras las rejas, creo que sí se puede dejar de ser esa persona, la cual ha sido humillada, discriminada...”.

Eso dice Omar Aarón, oriundo de la capital oaxaqueña, preso que cumple una condena por robo y que aceptó iniciar un proceso de rehabilitación de adicciones.

Pero en el reclusorio más grande de Oaxaca la droga sigue entrando todos los días, pese a los filtros de seguridad y las cámaras de vigilancia.

“Es prácticamente imposible detectar algunos casos, como la vía vaginal; no podemos revisar a las mujeres sin justificación porque sería violar sus derechos, pero es la vía más utilizada por ellas para el ingreso de drogas”, dice José Jarquín López, director del Centro de Readaptación Social (Cereso) ubicado en Santa María Ixcotel, que tiene cerca de mil reclusos.

Ingresos latentes

El responsable de este Cereso reconoce que entre 130 y 150 personas han sido detectadas con problemas de adicciones, de las cuales, a casi un año de la creación de su centro de rehabilitación, al menos 80 han concluido satisfactoriamente el proceso de recuperación.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca (SSPO), de diciembre de 2016 a diciembre de 2017 se confiscaron alrededor de 458 artículos prohibidos en 15 de los 16 centros de reclusión, incluyendo uno para adolescentes; la excepción es el penal femenil.

En total fueron 76 dosis de heroína, 23 de cocaína, 238 de marihuana y 48 de cristal, además de 73 celulares. En el caso de Ixcotel fueron 54 dosis de heroína, 14 de cocaína, 60 de marihuana, 39 de cristal y 30 celulares.

Del 1 de enero al 25 de septiembre de este año se aseguraron 404 sustancias y artículos prohibidos; en el penal central fueron 35 de heroína, uno de cocaína, 28 de marihuana, 20 de cristal y 84 celulares.

“Desafortunadamente, tenemos mujeres de los internos que vía vaginal introducen tanto celulares como drogas; de acuerdo con las normas, no podemos ser intrusivos si no tenemos la certeza”, señala el director del Cereso.

“Se han hecho decomisos cuando, con criterio del personal femenino o ya con la experiencia, detectan en el nerviosismo o la forma de pararse o caminar, entonces sí, con apoyo de médicos se atiende y hemos impedido que se pase la droga”, expone.

Jarquín López añade que tras los acuerdos de la Conferencia Nacional del Sistema Penitenciario, desde hace un año se instaló un centro de atención a personas con adicciones.

“Tenemos todo el apoyo del secretario de Seguridad Pública, José Raymundo Tuñón, para impulsar distintas acciones que nos permitan llevar actos contundentes de reinserción social”, destaca.

A rehabilitarse

EL UNIVERSAL ingresó al reclusorio donde constató el área especial acondicionada con consultorio médico, sicólogo, trabajadora social, abogado, nutrióloga, dormitorios, regaderas, sanitarios propios, así como adoratorio en un espacio separado del resto de los reclusos y custodiado por personal propio.

Actualmente reciben atención 18 internos; tres generaciones han egresado rehabilitados del lugar para integrarse a la sociedad, seis de ellos han logrado su libertad tras el proceso judicial, pues llevar la rehabilitación ahora es parte de los beneficios de reducción de pena. Uno de ellos es Antonio, quien esta semana inició sus trámites para estudiar en línea una licenciatura en Trabajo Social.

Lleva preso tres años y uno en el centro de rehabilitación, es oriundo de San Pablo Huixtepec, población de los Valles Centrales, y su proceso está en curso. Aunque ya concluyó el programa de recuperación, decidió seguir para no recaer.

Fue detenido por homicidio e intento de homicidio, e intento de incendio; considera que podría ser declarado inocente, pero su juicio aún va para largo.

“Es por la vida desordenada que uno lleva a veces, por la droga, el alcohol, pero ya recapacita uno y lo importante es salir adelante, el fracaso es parte de la vida, pero el que no fracasa no aprende”, dice.

Omar Aarón aún tiene pendiente concluir su rehabilitación, fue acusado de robar un celular en la capital del estado y detenido; fue declarado culpable y sentenciado a un año de prisión, con la orden del juez de cumplir el programa de recuperación de adicciones.

“Estamos fibras, estamos fibras, ya llevo seis meses y con esto quizá en noviembre ya salga libre. Prometo echarle ganas y no recaer”, remarca el joven marcado con tatuajes en brazos y espalda.

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