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Minatitlán.— Aunque familias de las 13 víctimas de la masacre de Viernes Santo en esta ciudad del sur de Veracruz mantienen la exigencia de justicia a las autoridades, otras prefieren no hacerlo en voz alta y algunas más optaron por el exilio: prefieren irse de Minatitlán porque temen por su vida y por la de los suyos.

Nadie los culpa. Lo único en lo que coinciden las familias es en la extrema sensación del abandono. Después del ataque, ninguna de ellas ha recibido atención sicológica postraumática por parte del gobierno, por lo que algunas de las madres buscan ayuda de manera independiente para sobrellevar la pena.

Tampoco las resguardan cuerpos policiacos, sólo recibieron protección en los días del sepelio. Pese a la magnitud del multihomicidio, cuando los suyos se quedaron en los panteones municipales, también se esfumaron las escoltas.

No hablan con la prensa, pero están pendientes de lo que circula en las redes y lo que se publica en los medios. Cuando hablan lo hacen de manera anónima, sólo algunas, como Aracely Careta, lo hacen en espacios públicos. El día que Minatitlán marcho por las víctimas, Aracely se presentó con pancartas con el rostro de su hijo Alfredo Meugniot Careta y exigió justicia a las autoridades de los tres órdenes.

“No podemos seguir así, no debemos quedarnos callados. Vamos a unirnos todos, a levantarnos. Ni uno más, no más inocentes. ¡Basta ya! Minatitlán necesita levantarse, la gente no quiere venir por miedo, pero yo no tengo miedo, porque tengo la frente en alto”, fue su mensaje.

En el otro extremo, quienes temen que exigir justicia ponga en riesgo a su familia han enfocado lo que queda de su fuerza en buscar consuelo y a recordar a sus seres queridos.

“No nos interesa saber quiénes fueron, nos interesa proteger a los que nos quedan vivos. No tenemos protección porque somos familia trabajadora, nuestros hijos eran personas honestas que vivían al día, que estaban en la fiesta equivocada y terminaron muertos. Ellos no andaban metidos en nada malo”, comenta una familiar de forma anónima.

Nadie está seguro. Pero el sentimiento de abandono no es exclusivo de las familias de las víctimas. Los habitantes de esta ciudad petrolera no se sienten seguros porque hay pocas patrullas en las calles, casi todas de la corporación municipal, pues los policías federales y estatales están atrincherados en hoteles esperando órdenes. El operativo militar en la entrada de Coatzacoalcos acentúa más la orfandad en Minatitlán.

Son las 7:00 de la noche y las avenidas principales como la Justo Sierra y el malecón, lucen desiertas. El miedo no es exagerado. De las 202 cámaras de seguridad con las que cuenta la ciudad sólo sirven 19, lo que facilita que no haya registro de asaltos, asesinatos, levantones y cobro de piso que se cometen.

Nadie está a salvo, mucho menos los empresarios, como es el caso de Rogelio Juárez, presidente de la Canacintra, quien ha sido asaltado de manera violenta en dos ocasiones, o Jorge Hernández, presidente de la Canaco, quien ha sido víctima de amenazas. Minatitlán es una ciudad con muchas heridas por cerrar.

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