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Mérida, Yucatán

Edilberta Poot Cat viaja todos los días de dos a tres horas desde su natal Chacsinkín (municipio ubicado en el oriente de Yucatán), para vender sus frijoles en los mercados de Mérida, a fin de obtener el sustento de su hogar.

Ella no podrá suspender su trabajo como parte del movimiento El 9 Nadie se Mueve porque “si no trabajo, no como…”.

“En mi hogar la comida es primero… por eso hay que trabajar”, dijo a EL UNIVERSAL doña Edilberta, de 62 años de edad, de origen maya y cuya lengua sigue practicando y apenas si logra hilvanar algunas palabras en español con la ayuda de su esposo, Víctor Chablé Cuxim, exejidatario henequenero y quien, junto con su esposa, se dedica a la venta de granos y verduras.

Ella dice sonriendo que escuchó de su hija que hay gente que está pidiendo que las mujeres no hagan nada el lunes, “que no cocinen, que no laven, que no planchen..”.

Para ella no es opción porque “si no cocino se enoja mi marido Víctor”, responde sin dudar.

Edilberta tiene una hija, Carmita, quien tiene cuatro hijos, de los cuales tres son varones y una niña.

Carmita se dedica al urdido de hamacas en Chacsinkín. Ella tampoco se sumará al paro, pues tiene que entregar sus pedidos de hamacas de varios colores y de ahí sale el dinero para la leche y comida de los niños, comentó.

En el centro de Mérida, cargan su mercancía (frijoles, ibes y espelón) y se trasladan hasta el Mercado Lucas de Gálvez, donde se dedican a vender sus productos.

Por la tarde —casi a las 16:00 horas— levantan su mercancía y se regresan a la terminal para viajar a su pueblo.

Mientras abría y pelaba las vainas del espelón, doña Edilberta comentaba que para su fortuna y por “gracia de Dios” su marido nunca le ha levantado la mano ni la ha golpeado; sin embargo, expresó que sabe de casos de otras mujeres de su pueblo que sufren violencia de sus esposos sobre todo porque “toman licor y llegan muy mal a sus casas.”

Precisó que desde niña la criaron sus padres diciéndole que obedecer y atender a su esposo le evitaría tener regaños o conflictos e, incluso, impediría que él “me castigara”.

Un tanto seria, y luego sonriente, la mujer indígena señaló que está de acuerdo en que nadie viole, ofenda o golpeé a una mujer, pero mencionó que ella no podrá sumarse al paro porque “en mi hogar, la comida es primero, y el que no trabaja, pues no tiene para comer”.

Doña Edilberta señaló que vender en Mérida es un medio de sustento, porque en su pueblo ya casi no hay trabajo. Por eso señaló que mientras tenga salud y fuerzas, seguirá viajando a la ciudad para “ganar unos pesos que ayuden a mi familia”.

Mujeres de Tekit, harán sus labores diarias. En la Hacienda Tekit de Regil, del municipio de Timucuy, las mujeres tampoco harán el paro porque “hay que lavar y cocinar en el día, no podemos quedarnos sentadas”, afirmó María Josefina Tzab May, de 65 años de edad.

Dijo que en esa comunidad escucharon por radio y también leyeron en periódicos que las mujeres protestan porque hay unas golpeadas y lastimadas.

“Eso está mal, nadie debe golpear a una mujer”, comentó doña María Josefina, pero al igual que muchas de las mestizas de esa comunidad, no suspenderán sus tareas cotidianas.

Sin embargo, en algunos casos se les pidió “que sean responsables y acudan a trabajar porque hay espacios que ellas ocupan que no pueden suspender sus tareas, como en el caso de las gasolineras”.

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