Chilpancingo.-

En esta emergencia sanitaria Chilpancingo se convirtió en un lugar imposible para los comerciantes: no pueden abrir sus negocios, las autoridades junto con militares se los prohíben y, tampoco pueden estar en sus casas: las necesidades, los gastos, las deudas los empujan de nuevo a las calles.

La mañana de este lunes deambulaban por las calles. En grupos se paraban fuera de sus locales, otros iban y venían como buscando de una respuesta que nadie les da.

En el pico más alto de la pandemia provocada por Covid-19, pareciera que comerciantes y autoridades jugaran al gato y al ratón. Pero no es un juego. Las autoridades dicen que deben cerrar para reducir la movilidad y así evitar más contagios y el colapso de hospitales y muertes. Los comerciantes dicen que deben abrir, porque quedarse en casa es la condena: no trabajan, no hay dinero y no hay comida.

En el centro de Chilpancingo, los comerciantes del andador Zapata, la avenida Altamirano, la Alemán, la Insurgentes están con sus cortinas a la mitad, listos para subirlas cuando un cliente se acerca y al mismo tiempo preparados para bajarlas al momento que pase un agente de gobernación junto con militares de la Guardia Nacional.

Este lunes amanecieron muchos negocios abiertos en distintos puntos de Chilpancingo, apenas unos minutos después agentes de gobernación del ayuntamiento de Chilpancingo, personal de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) junto con militares de la Guardia Nacional y policías estatales, recorrieron las calles cerrando los negocios no “esenciales”.

Es la segunda operación que se realiza en centro de Chilpancingo para cierren este tipo de negocios. La primera fue hace 10 días, pero los comercios volvieron abrir.

Desde el viernes pasado comenzaron abrir, los comerciantes dijeron que el alcalde Antonio Gaspar Beltrán les autorizó. Y así fue, en un oficio el ayuntamiento autorizó la apertura pero horas después se retractó. Aun así los negocios siguieron abiertos.

Este lunes, entre los comerciantes que deambulaban por el centro de Chilpancingo estaba Litzy Castro, una empleada de un negocio de venta y reparación de celulares.

Litzy estaba sentada en una jardinera esperando que su jefe le indicara si trabajaría o no. La joven se resistía a volver a su casa sin trabajar. No existe esa posibilidad para ella, dice.

Litzy es madre soltera, tiene una niña de dos años y los mil 500 pesos semanales que recibe son fundamentales para la crianza de su hija. Ella trabaja de 9 de la mañana a 7 de la noche. Paga 750 pesos para que cuiden a su hija mientras trabaja. El resto del dinero lo ocupa para pagar la renta, la comida y para comprar agua potable porque, dice, en su colonia, la Alianza Popular, el agua llega cada dos o tres meses. Así que siempre debe tener dinero para comprar pipas con agua.

“Yo ya me quedé en mi casa 15 días”, dice otra mujer que acompaña a Litzy.

Dice que intentó obedecer las indicaciones de las autoridades pero fue imposible. La mujer carga en los brazos a un bebé de unos siete meses.

“Tuve que salir otra vez porque ya no tenía para comprar la leche y los pañales de mi bebé, tampoco tenía para comer”, explica.

Litzy y la mujer que cría coinciden en algo: ninguno de los comerciantes ha recibido ayuda, ni alimenticia ni económica, para sobre llevar la pandemia.

“Nos está dejando solos el gobierno”, dice Litzy y reclama los comentarios que los tachan de irresponsables: “no somos ignorantes, lo que pase que por nosotros nadie está viendo, nos las tenemos que arreglar solos, yo quisiera estar en mi casa como los burócratas que cobran sin trabajar, bueno ellos siempre lo hacen así”, dice y suelta la carcajada.

Litzy y muchos de los comerciante piden que los dejen trabajar, en horarios reducidos o por días pero que les permitan tener un ingreso para sus familias.

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