Una bebé se quedó sin nombre en su breve vida: el Covid-19 la mató lejos de su tierra y no forma parte de las cifras oficiales. Sus padres no alcanzaron a llevarla al Registro Civil.

Vivió tres meses, pero dos los pasó internada en el Hospital Miguel Hidalgo, en Aguascalientes. La madrugada del 12 de agosto murió por insuficiencia respiratoria.

La pequeña falleció a miles de kilómetros de su pueblo natal, un recodo de la Montaña de Guerrero: la comunidad ñuu savi, Calpanapa, en Cochoapa El Grande.

Esta historia la documentó Paulino Rodríguez, quien es el encargado del área de migrantes del Centro de Defensa de los Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan.

Ella nació en mayo. Un mes después, sus abuelos, sus tíos junto con su papá, un joven de 21 años, y su madre, de 16, decidieron migrar para buscar trabajo en un campo agrícola en algún otro estado del país. Son la familia Hilario Encarnación.

Tomaron la ruta de la Costa Chica. De Calpanapa salieron a Ometepec. Ahí abordaron un autobús para jornaleros, de esos que van recorriendo varios puntos del país.

Lo hicieron por su cuenta, no es temporada de migración, pero en Calpanapa las posibilidades de tener un trabajo son mínimas. Es un pueblo como muchos otros de la Montaña: abandonado, sin centros de salud, sin caminos, sólo hay una primaria. La pobreza y marginación son las únicas que viven a sus anchas en estos lugares.

La familia Hilario Encarnación decidió bajarse en Aguascalientes. Se dirigieron al municipio de Pabellón Arteaga, para trabajar en el campo agrícola Las Ánimas. Después de trabajar ahí tenían el plan de buscar otro campo y después otro y así hasta noviembre.

Apenas pasaron unos días, cuando la niña comenzó a presentar fiebre y complicaciones respiratorias. Sus padres decidieron llevarla al hospital. Le realizaron pruebas: el diagnóstico fue positivo a Covid-19. La hospitalizaron.

Mientras los días pasaban, la situación comenzó a complicarse: la bebé por momentos presentó mejoras, alguna vez la dieron de alta, pero los síntomas volvieron y fue internada de nuevo. La mamá y el papá tuvieron que dejar de trabajar. Se quedaron sin dinero. Sobrevivieron por el apoyo de los otros integrantes de la familia que continuaron trabajando en los campos. Estiraron el dinero para que alcanzara para todo: para comer, para los traslados, para que los papás se mantuvieran atentos afuera del hospital.

Huyendo de la pobreza de Guerrero, los alcanzó el Covid-19
Huyendo de la pobreza de Guerrero, los alcanzó el Covid-19

Esa misma madrugada, comenzaron a pedir ayuda para el regreso a su pueblo, Calpanapa. Los papás recibieron el apoyo de varias organizaciones civiles, del dueño del campo agrícola y de la funeraria.

El traslado fue rápido, el 13 de agosto fue sepultada en Calpanapa. Toda la familia regresó. Ahora esperan que termine el novenario y organizar otras cosas para volver a migrar, a huir.

La primera escala será otra vez Aguascalientes. Tienen un pendiente: registrar a la niña y tramitar su acta de defunción.

Covid no detiene la migración

El movimiento migratorio de los jornaleros agrícolas en Guerrero ha aumentado por la falta de trabajo y de clases durante la pandemia.

Alejandro Morales, médico de la Unidad de Servicios Integrales (USI), la sede del Concejo de Jornaleros Agrícolas de la Montaña, ha detectado que, pese a que no es temporada, la migración se triplicó, similar a la que se presenta en diciembre y enero cuando sale la mayoría de trabajadores de estas poblaciones.

Morales explica que en estos momentos los jornaleros están saliendo por su cuenta, sin las medidas sanitarias adecuadas.

Calcula que desde abril, cuando se supone que terminó la anterior temporada, están saliendo a la semana entre cinco y seis autobuses de líneas comerciales que ofrecen a los jornaleros rutas que comienzan en Michoacán, pasan por Jalisco, Nayarit, Sinaloa, Durango y terminan en Baja California.

“Algunos están yendo a campos agrícolas de empresas grandes, donde los someten a cuarentena y no reciben a mujeres embarazadas ni a personas con diabetes, hipertensión y mayores de 60 años”, dice el médico del concejo de jornaleros.

Otros, detalla, buscan campos donde las medidas sanitarias son menos estrictas.

Explica que el riesgo mayor para los jornaleros está en el camino. Unos hacen recorridos de hasta tres días, en lo que van haciendo paradas continuas para ir al baño o comer.

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