Pátzcuaro.— Elizabeth vivió por segunda vez la experiencia de estar en Pátzcuaro y su razón es simple: “Mientras en mi país [Estados Unidos] la muerte es muy triste, en Michoacán es celebración”.

La pertinaz lluvia que techó la zona lacustre de este estado del centro del país no fue impedimento para que miles de visitantes nacionales y extranjeros conocieran y disfrutaran de la celebración de Día de Muertos.

Elizabeth dice estar encantada de la cultura de las comunidades de la ribera del lago de Pátzcuaro, incluso, seducida por la manera en la que los michoacanos reciben a sus fieles difuntos y el amor tradicional con que lo hacen.

Expresa su encanto por los colores, sabores y olores de la cultura purépecha para adorar a sus fieles difuntos; posa en un altar dedicado a los partidos políticos, colocado en un portal del pueblo mágico de Pátzcuaro. Camina sobre las empedradas calles y se suma a la celebración milenaria que, considera, es única en el mundo.

En Tzurumútaro, Yoselina Onofre recuerda, al pie de una tumba, a su tía Trinidad, quien recientemente murió y pasó con ella los últimos días de su vida.

Desde temprana hora, los gigantescos ramos de cempasúchil empezaron a darle ese color naranja al altar de su tía, revestido también con veladoras y flores que ella misma sembró y cosechó.

Con un predominio de su lengua sobre el castellano, Yoselina contó que todo el año esperó este día para reencontrarse con su tía, quien fue un ejemplo para ella.

Apenas oscurece y empieza la celebración en los camposantos de las comunidades de la zona lacustre y más aún, en las que están ubicadas en la ribera del lago de Pátzcuaro.

Erongarícuaro, Tzintzuntzan, Quiroga, Pátzcuaro y Salvador Escalante son los municipios de mayor arraigo de esta ancestral tradición. Empero, Pátzcuaro es el más representativo de esta actividad de velación, pues no sólo en sus comunidades, sino también en sus islas, le dan vida a sus muertos.

El pan, los vinos, la cerveza, los juguetes, el maíz y la comida tradicional son los elementos con los que los familiares y amigos esperan a sus seres queridos.

Mientras unos adornan las tumbas, otros más bailan y entonan las canciones que a sus fieles difuntos les gustaban en vida.

A Janitzio se llega en lancha y no hay pretexto para que una sola alma se quede sin entrar por el arco de flores y luces que colocan sus familiares. Las bajas temperaturas no se sienten en el cementerio localizado a la mitad de la isla.

Los cánticos y rezos en lengua autóctona también son acompañados con respeto por los turistas, que se suman a la redención con los rostros pintados de catrinas o de muertos.

Llega la banda, el mariachi y los norteños para alegrar la visita de quienes nuevamente tienen vida. Así, como cada año, la zona lacustre celebró lo que para unos es la Noche de ánimas y para otros, Noche de Muertos, festividad en la que su máximo ritual es la velación.

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