estados@eluniversal.com.mx

Pachuca.— Hugo Antonio Godoy de León tenía 39 años cuando murió calcinado; en la llamada zona cero de Tlahuelilpan permanece una cruz en su recuerdo. Mientras, en las calles de la comunidad que lo adoptó desde hace ocho años, un pequeño mural adorna una pared: “A la memoria de El Esquititos”. Él fue la última víctima de la explosión de un ducto de Pemex en ser entregado a sus familiares.

Pasaron 111 días para que El Esquititos, como lo conocían por vender esquites, estuviera de nuevo con los suyos. El miércoles sus restos fueron entregados a su hermano Miguel.

El pasado 27 de abril, en el Servicio Médico Forense (Semefo) en Pachuca, se comenzaron a entregar los cuerpos de las víctimas que quedaron en la zona cero de la explosión, pero uno de ellos no había podido regresar con sus seres queridos, era Hugo, El Esquititos, y esta es su historia.

Nadie sabe cómo llegó a Tlahuelilpan, un día comenzó a aparecer en las calles un joven guatemalteco a bordo de un triciclo. Tal vez, cuentan, porque a cinco minutos están las vías del tren de Teocalco, donde cientos de migrantes han pasado en su intento por llegar a Estados Unidos.

Hugo llamó de inmediato la atención de los pobladores, el singular anuncio de su puesto a todo volumen sonaba: “Traigo los ricos y deliciosos elotes preparados, harta mayonesa y harto quesito y también le traigo los ricos esquititos preparados, mmm”. Esa fue la forma en que se dio a conocer entre los pobladores, señala el presidente municipal de Tlahuelilpan, Juan Pedro Cruz.

No sé si esa es su voz, pero invitaba a la gente a comprar sus deliciosos esquititos y, además, era una persona acomedida, se ganó el cariño de los ciudadanos. Él era guatemalteco, pero aquí vino a demostrar que era una persona trabajadora y por eso se ganó el cariño de la gente, dice.

Tal fue el aprecio que le tenían a Hugo en este pueblo dolido por una tragedia, que de pronto dos jóvenes comenzaron a pintar un pequeño cuadro de su fotografía.

Ahí está plasmado El Esquititos, entre la avenida 5 de mayo y Sergio Butrón Casas. Un pequeño cuadro muestra un hombre con sombrero “Elotes la Bendición”. A la orilla la leyenda: El Esquititos 1980-2019, A la memoria de Hugo. También una figura de una vela que esperan ilumine su camino.

Hugo ya no lo supo, pero en Tlahuelilpan lo seguirán recordando. Desde el día de la explosión, su familia en Guatemala conoció su destino. Su hermano Miguel viajó para entregar muestras de ADN. Ahora, ya lo pudo recoger y lo lleva de vuelta.

Este 10 de mayo, los restos de El Esquititos podrán descansar en Guatemala, el país que lo vio nacer.

Hugo murió junto con 136 personas más de esa zona de Hidalgo y aunque no tiene familia en la región, también en la zona cero permanece una cruz en su recuerdo. A la fecha no le ha faltado ni una oración ni tampoco una flor.

Con ello se cierra un capítulo: el de duelo para las víctimas y sus deudos. Pero esto parece que nunca acabará, considera el alcalde, es una herida que siempre estará presente.

El dolor no tiene fin. El mismo día que entregaban los restos de El Esquititos, perdía la vida una de las víctimas más pequeñas, de tan sólo 12 años, Francisco Reyes, estudiante de secundaria, quien luego de cuatro meses de luchar en Galveston, Texas, falleció.

Las quemaduras en la mayor parte de su cuerpo no pudieron curarse y el menor, originario de la comunidad de Teltipán, perdió la batalla.

Tlahuelilpan ya no es el mismo lugar, dicen sus pobladores. Aquí hay un antes y un después de aquel 18 de enero en el que una toma de combustible explotó ante unas 700 personas, todas con una historia y con seres queridos que hoy les lloran.

Será un 10 de mayo que en esta región algunas madres no podrán estar con sus hijos y algunos hijos no podrán celebrar a sus mamás, a las que la tragedia alcanzó.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses