“Para empezar no soy de cine”, reflexiona Susana Alexander, con casi siete décadas de carrera profesional, en donde el teatro y la televisión ha sido su vida.

Así que cuando en 2015 la invitaron a protagonizar un proyecto llamado El cumple de la abuela, que se haría en una unidad residencial en que estaría encerrada con el resto del elenco durante un mes, no la pasó bien.

“Se toma tanto tiempo con una toma, que a veces de un lado, a veces del otro, que me faltaba paciencia y me costaba trabajo, no sabía por qué tardaban”, recuerda divertida.

Cinco años después Susana indica que se siente como si fuera su hábitat natural.

Ya entendió la técnica fílmica y lo disfruta fascinada con cada secuencia. Así que El testamento de la abuela, que cierra la trilogía (la segunda fue La boda de la abuela) y estrena mañana en Netflix, la pone orgullosa.

“Ahora es ver qué pasa cuando comienza a ver a quién le deja la casa, una casa que no es fácil porque es enorme, y ahí empieza la lucha de quién se la queda.

“Hay quienes al principio muy monos dicen que no, que no hay problema, pero después ya no (risas), somos comedia, todo se va resolviendo de una manera u otra muy chistosa, es muy familiar”, detalla.

Marimar Vega, Damayanti Quintanar, Rodrigo Murray y Luis Arrieta, entre otros, son los que repiten de la anterior entrega, muchos desde la primera.

Todas se rodaron bajo la dirección de Javier Colinas en una unidad residencial.

“La caminábamos como si fuera nuestra, era como un encierro espiritual en donde todos vivíamos cada quien en la suya, hay cancha de futbol, boliche, cine, sauna, sección de masajes, era una delicia terminar e irse a casa caminando; nos convertimos realmente en una familia”, expresa la actriz.

El testamento de la abuela se iba a estrenar originalmente en el verano pasado, pero la pandemia del Covid-19 hizo que se replanteara su lanzamiento, optando por streaming.

La filmografía completa de Alexander está integrada por Qué hacer con mis hijos (1962), dirigida por Alberto Mariscal; Cuando los hijos se pierden y Yo, el mujeriego, ambas de 1963, la tetralogía de Chucho el Roto (1970-1971); antes de la abuela había sido Gaby, una historia verdadera (1987).

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