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Nueva Orleans.— Scott Bakula no puede culpar hoy a un acelerador de partículas: sigue siendo un viajero que desafía el tiempo y el espacio.

Es obcecado en su trabajo. Acaba de llegar a Nueva Orleans de un viaje de cuatro horas proveniente de Los Ángeles, y sabe bien que ésta será su rutina las siguientes 11 semanas. Tomar un avión, visitar a su esposa, salir con amigos y regresar al set para transformarse en alguien que no es.

En 1989 hacía algo similar frente a millones de espectadores que lo veían interpretar a Sam Beckett, un científico que se metió a un artefacto atómico y, durante cinco años, viajó a diferentes dimensiones. Su personaje se enfundaba en la vida de otros sin importar sexo, época o condición social. Siempre con la ilusión de regresar a casa, a su cuerpo original.

Mercenario del gran público. Pasó mucho desde 1993, cuando Viajeros en el tiempo, la serie que lo encumbró, salió del aire. El actor siguió vigente con las repeticiones e hizo más de 60 proyectos de cine y televisión, entre los que destacan la serie Star Trek: Enterprise y la cinta ganadora del Oscar Belleza americana. Luego vino NCIS: New Orleans.

Esto representó un nuevo paradigma en su carrera. Hoy es el agente encargado de resolver casos que implican al ejército y la marina estadounidense, pero sobre todo el entretenedor de 9 millones de personas que, en promedio, disfrutan sus hazañas en un canal abierto, la CBS.

Por eso no puede estar en casa: la televisión del gran público exige sacrificios que pocos valoran.

“Los escritores tienen dos semanas de descanso y luego deben comenzar el próximo año. Saben que verán rápido a sus familias pues deben crear 24 ideas más. Es muy diferente que hacer sólo seis episodios”.

Bakula habla de los escritores pero se refiere a todo el equipo de NCIS: New Orleans. Es más, se refiere a todos los que todavía siguen haciendo televisión abierta a marchas forzadas contra la hechura de una serie tipo Netflix o HBO.

En Latinoamérica NCIS: New Orleans se transmite en tv de paga —su cuarta temporada iniciará el miércoles 25 a las 21:00 horas por A&E—, pero la esencia de esta historia se enfoca en la gran audiencia.

Muchos pretenden, fingen para Scott, que los proyectos de televisión abierta no existen, pero cada semana millones de personas siguen encendiendo su televisor en busca de historias entretenidas y contenidos variados. En este caso, se traduce en 95 episodios en sólo cuatro años (dos semanas para grabar cada capítulo si nadie tomara vacaciones).

Bakula y su equipo les conceden ese deseo a cambio de su tiempo: hay que escribir, buscar locaciones, vestuario, leer guiones y grabar, luego ir a casa. “Tomar aviones no es malo, pero hacerlo cientos de veces en cuatro años tiene un precio. Hay un peaje complicado a pagar”, se sincera.

En 2015 este esfuerzo se tradujo en sólo dos nominaciones para los People’s Choice Awards (Drama favorito para televisión y Mejor actor en una serie para TV). Fue su único recocimiento y no lo ganaron. En cambio, Scott recibe cientos de muestras de afecto de quienes lo vuelven a disfrutar como en 1989.

Toman riesgos. Para esta cuarta temporada, NCIS: New Orleans decidió aventurarse un poco más. Hay capítulos que abordarán el narcotráfico en Sudamérica y a los refugiados sirios en Estados Unidos.

El reto ahí es mayúsculo, pues deben procurar un balance para un público de diversos criterios y visiones. A Scott por ejemplo, le hubiera gustado abordar sin cortapisas la militarización que propuso Donald Trump en la frontera con México.

Sabe que los productos enfocados en un nicho son más fáciles y quizá de corto alcance. Por eso valora el reto de entretener y a la vez hablar de refugiados sirios a millones de personas con diferentes puntos de vista.

“Con la expansión de cable y Netflix, todo el mundo hace el show que quiere. Cuando no produces televisión de cable tienes diferentes reglas que puedes usar o no en tus personajes e historias. No es tan fácil como la gente cree”.

El colmo lo ponen los canales de YouTube. Si tuviera que viajar en el tiempo, dice, no escogería la fama efímera a costa de nada.

Esa es su fórmula. Ser el actor de largo aliento que se acostumbró a la disciplina en Broadway, lugar que abandonó para volcarse en millones que lo han visto interpretar cientos de personajes en tres décadas. “Quizá ya es tiempo de sacar mi canal (de YouTube)”, dice arrepentido. Bromea.

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