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En pleno 2017, se habla de la maravilla del trabajo de realizadores inmigrantes como Guillermo del Toro, quien con La forma del agua hizo que Sally Hawking tocara el corazón del espectador sin decir una sola palabra.

También se habla del talento de directores como Woody Allen al hacer un filme por año o de icónicos artistas como Ridley Scott que lo mismo escriben, producen y dirigen.

Lo cierto es que antes de que cualquiera de ellos se ganara el respeto y admiración de los fans y la industria, hubo un hombre que hizo todo lo que los anteriores cineastas lograron y obtuvo un resultado que hoy sigue vigente y es una muestra clara del mejor cine del mundo.

Charles Chaplin fue el artista que, en cinco décadas tras la lente, logró conmover, reír y divertir a millones en el mundo con sus cintas mudas en blanco y negro.

A través de icónicos personajes como el vagabundo Charlot o el Dictador, Chaplin también consiguió llenar su trabajo de una alma contestataria que incluso, a lo largo de su vida, le traería algunos problemas.

Han pasado 40 años de que el originario de Walworth, Londres, Reino Unido, falleció a los 87 años de edad mientras dormía en su casa de Corsier-sur-Vevey, en Suiza, en la víspera de la Navidad, una época que por cierto nunca le gustó pues decía que le recordaba la extrema pobreza que padeció de niño.

“La vida es una tragedia si la ves de cerca, pero una comedia si la miras con distancia”, decía Chaplin. Y es que aunque a lo largo de su carrera fue conocido como un humorista y el más importante mimo que ha existido, en sus trabajos también plasmó el drama de una época.

Aunque la mayoría de sus filmes estuvieron impregnados de comedia, hay otros que estuvieron cargados de tragedia y protesta, como The Kid (El chico), en el que expone el abandono de un niño, del que decide hacerse cargo.

También están otros filmes con tintes más políticos como uno de sus trabajos más populares, The Great Dictator (El gran dictador) en el que satirizaba a los tiranos de su época como Adolfo Hitler; y qué decir de Monsiuer Verdoux, catalogado por muchos críticos como el mejor de sus trabajos a pesar de ser poco conocido.

En el filme de 1947, Chaplin hacía una crítica a la Segunda Guerra Mundial a través de su protagonista, un señor orillado a matar a las mujeres con las que se casa para quedarse con sus fortunas y así poder mantener a su verdadera esposa e hijo.

Este filme hizo que se ganara la molestia de los estadounidenses, lo cual lo obligó a que su siguiente filme, Timelight (Candilejas), tuviera que filmarlo en Reino Unido.

Sus inclinaciones políticas chocaron contra el Comité de Actividades Antiamericanas que vieron en otro de sus trabajos emblemáticos —Tiempos modernos— un alto contenido de ideales comunista.

Su vida personal y sus matrimonios, siempre con mujeres notablemente menores que él —con su cuarta y última mujer, Oona O’Neill, se casó con 54 años cuando ella tenía 18—, hicieron que la sociedad de su época lo considerara como una persona sin moral.

Sus últimos años los pasó retirado, una de sus últimas apariciones públicas fue en la gala de los Oscar en 1972, donde recibió una estatuilla honorífica. “Este es un momento muy emocionante para mí y las palabras parecen fútiles, tan enclenques. Sólo puedo decir: gracias por el honor de haber sido invitado aquí. Son maravillosos, gente dulce”.

En 1977, a la edad de 88 años y ya retirado de la vida pública desde hacía varios años, Chaplin murió de manera tranquila en la madrugada del 25 de diciembre.

Al igual que su popular personaje Charlot le ocurrían cosas hilarantes, al cuerpo del fallecido artista también le pasó algo tragicómico cuando el 3 de marzo de 1978 fue robado del cementerio local y fue encontrado por la policía hasta el 18 de mayo.

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