El jueves pasado, la portada de EL UNIVERSAL publicó la mejor foto del patético ex gobernador Javier Duarte, hoy preso en Guatemala. La imagen es de Luis Cortés, fotógrafo del diario desde 2005; y su imagen sintetiza la humillación de la que ahora es sujeto este personaje.

La mentira y la corrupción, nos guste o no, son parte de la conducta humana contemporánea a nivel global y configura las relaciones de trabajo y política de hoy en día; y es en ese contexto que esta imagen es demoledora. Esta fotografía resume la caída de un corrupto, es la postal del derrumbe; Duarte cae a la salida de su audiencia, en medio del caos en el piso de una camioneta policiaca adaptada como jaula móvil, sin que nadie le ayude.

Apenas en su segunda aparición pública desde el arresto, su sonrisa desaparece; la mirada extraña que le vimos hace una semana ha quedado en el olvido; en esta foto se puede ver su desgracia, su vulnerabilidad, la pérdida de poder, pues.

Javier Duarte es el rostro de la mentira y la corrupción encarnadas —recordemos su última entrevista con Loret—, este sujeto miente cada segundo, ha sido su forma de vida, porque su capital “relacional”, sus amigos y sus familiares no lo notan, así se vinculan; por eso mintió desde el primer día que gobernó Veracruz y quizá desde antes; recordemos que una de las principales razones para mentir surge de la necesidad de salvaguardar las verdaderas intenciones de nuestra conducta frente a los demás, y así lo hizo Duarte, mintió para tener ventajas efímeras.

Es por ello que esta foto es fascinante, porque destruye esa falsa imagen construida por años en complicidad con su esposa, familiares y amigos. En el caso de Duarte, la principal razón para mentir, era robar, salvar la vergüenza y evitar el deterioro de su reputación. Pero todo ello ha quedado sepultado en un instante con esta imagen. Luis Cortés hace una foto insólita y canaliza la ansiedad de venganza de los mexicanos cuando la justicia ya no es suficiente.

Esta imagen retrata a un personaje que siempre despreció al periodismo y a los periodistas. Que poco o nada hizo frente a los asesinatos de colegas en su estado. Toleró un ambiente de impunidad que cobró la vida de muchos veracruzanos.

Duarte, presuntamente, desvió a su favor miles de millones de pesos en menos de seis años y en esta foto no trae sobre su cuerpo más de un mes de salario mínimo en ropa, un pantalón de mezclilla viejo, unos zapatos cafés horribles, una camisa a cuadros que obvio ya no le queda; y quizá lo más caro que porta sea el chaleco antibalas que le prestó la policía guatemalteca.

Sintetizar en una imagen el derrumbe público de un personaje nunca ha sido fácil; por eso esta foto es perfecta; quizá ayuda el contexto de que este circo sea en Guatemala, donde, como podemos ver, no son especialmente cuidadosos en el protocolo de traslado de sus reos.

A Javier Duarte lo prepararon desde 2008, fueron años para cocinar a este Nosferatu de la política jarocha y es en ese entorno que nos cuentan que su esposa fue el cerebro financiero de mucho de lo que hizo Duarte. Dejó a Veracruz quebrado.

Duarte quedó huérfano el mismo día de su cumpleaños, un 19 de septiembre de 1985, a los 12 años de edad, cuando su padre murió aquella mañana trágica del terremoto en el derrumbe del Hotel Regis; quizá ahí arranca la primera página de su desgracia personal.

Al paso de los años, cuando parecía que la vida se enderezaba, entró a la Universidad Iberoamericana y selló su destino, ahí conoció a Karime Macías, la madre de sus hijos y la misma que escribió en su diario el tema de la “abundancia”; hoy, la amorosa y desinteresada mujer abandonó a Javier a su suerte. Dicen que anda en Europa.

Ojalá algún buen escritor mexicano se anime a escribir pronto la biografía de este sujeto y sus historias de horror. Por lo menos, ese hipotético libro ya tiene imagen de portada y es ésta, la foto que tomó Luis Cortés.

@MxUlysses

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