Detrás de la desangelada elección interna del PAN para renovar su dirigencia y la falta de expectación que despertó en la opinión pública, hay un serio llamado de atención para el panismo y sus dirigentes: su partido está en crisis. La evidente división interna y los escándalos de corrupción, sumados a los malos resultados de sus dos presidentes, llevaron a Acción Nacional a perder credibilidad y confianza de la sociedad mexicana —sobre todo de la clase media, que era su mayor base de apoyo— y de no hacer algo y atenderlo, el proceso de achicamiento del PAN, que empezó a observarse en la última votación nacional y se agudizó ayer con un abstencionismo de 60% en su elección interna, será irreversible.

Porque el desinterés en la elección panista no se explica sólo por el resultado anticipado desde el inicio, con el triunfo aplastante de la estructura que apoyó a Ricardo Anaya Cortés, confirmada anoche con el 81 por ciento de los votos contra 16 por ciento de Javier Corral, sino también porque, fuera del poder, el PAN y sus dirigentes no han sabido proyectar confianza y madurez; lejos de eso, se han dedicado a descalificarse y a denigrarse unos a otros con escándalos de corrupción, acusaciones, llamadas y espionaje, que han permeado la imagen de un panismo que se corrompió con el poder.

Desde que dejaron la Presidencia —tras una gestión extraviada y frívola como la de Fox, o un sexenio marcado por la corrupción y la violencia de una sangrienta guerra contra el narco como el de Calderón— no define bien qué es o quiere ser el PAN. A los votantes se les presenta como una oposición bipolar en la que una parte (la de Madero, Moreno Valle y los liderazgos estatales) se muestra como dialoguista, responsable y muy cercanos al gobierno de Enrique Peña Nieto, con quien impulsaron el Pacto por México, mientras la otra parte: calderonistas, corderistas y otras facciones disidentes, se radicalizan y cuestionan y descalifican sin ton ni son ya no sólo al gobierno sino también a sus propios dirigentes.

Lo que queda, tres años después de 2012, es un PAN que no despierta demasiada emoción ni siquiera en sus militantes que ayer brillaron por su ausencia en un proceso donde de 477 mil panistas que se calculaban anoche votaron 170 mil, poco menos de 40%. Eso es lo que heredará el joven Ricardo Anaya, con todo y su aplastante triunfo y las pataletas y negociaciones que se esperan de Javier Corral: un partido sumido en una profunda crisis, donde la corrupción, los “moches” y las trampas internas, prevalecen por encima de la opción ciudadana que dejó de ser el PAN.

A partir de mañana y una vez que tome posesión, Anaya tendrá sólo dos años y cuatro meses para tratar de sacar al panismo nacional de la encrucijada en que se encuentra. Si este joven queretano, a quien acusan de llegar apadrinado y con el pie en el cuello del maderismo y el morenovallismo, no es capaz de hacer algo realmente extraordinario para frenar la descomposición del PAN, comenzar una reconstrucción de fondo de las bases y el ánimo de su partido y sobre todo terminar definitivamente con el enfrentamiento y la fuerte división interna, entonces no habrá marcha atrás: Acción Nacional seguirá empequeñeciendo y el sueño derechista de Gómez Morín será historia.

NOTAS INDISCRETAS… Después de ver las multitudinarias manifestaciones de ayer en Brasil, donde los brasileños en 200 ciudades del país salieron a pedir la renuncia o el impeachment de su presidenta, Dilma Rousseff, no queda más que pensar en los motivos que esgrime la sociedad brasileña contra su mandataria: “corrupción y crisis económica y política”. Por esas razones cientos de miles de brasileiros abarrotaron las calles de Río de Janeiro, Salvador de Bahía, Belo Horizonte, Manaus, Recife, Porto Alegre Fortaleza y en Sao Paulo, bastión de la oposición al Partido del Trabajo, que hace apenas 7 meses llevó a Rousseff a su segundo mandato. El derrumbe de su popularidad a cifras de un dígito y el nulo crecimiento económico de los últimos años, sumados a los escándalos de corrupción del PT están detrás de las impresionantes protestas donde ayer coreaban a gritos “¡Fora Dilma!”, en una movilización nacional de la organizada sociedad brasileña, que esperaba superar las 600 mil personas. Así que “corrupción y crisis económica y política” ¿nos suena eso a los mexicanos? Qué situación tan parecida. Qué sociedad tan distinta… Batimos los dados. Cayó Serpiente. Mal inicio de semana.

sgarciasoto@hotmail.com

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