Oaxaca.— No carece de simbolismo que manos anónimas le hayan pegado fuego a la señorial fachada de la Facultad de Derecho de la Universidad estatal, a unas cuadras del zócalo capitalino, casi la víspera de la asunción del priísta Alejandro Murat Hinojosa como nuevo gobernador de un estado hundido en un deterioro que no parece sino agudizarse de manera incesante.

El mandatario saliente, Gabino Cué, fue producto de una alianza opositora (PRD-PAN-MC-PT) que en 2010 impuso una alternancia a siete décadas de gobiernos del PRI. Aquí se discute si se trató del peor titular del Ejecutivo de una cadena que supera ya los 100 gobernantes en la historia oaxaqueña. El debate deriva usualmente en que si se mira con justicia, Cué y sus dos inmediatos antecesores, los priístas Ulises Ruiz y José Murat, trajeron una noche larga de 18 años para una entidad ubicada en los sótanos de la equidad social en el país. Ello incluye el 85% de su población (de cuatro millones de habitantes) en pobreza, y casi la mitad en la frontera del hambre permanente.

Las primeras horas de la administración de Murat Hinojosa no lograron despertar un entusiasmo franco. Debió asumir en la madrugada de ayer, casi en forma clandestina, y los primeros anuncios sobre la conformación de su gabinete reflejaron cuotas iniciales obvias y un equipo dominado por personajes de bajo perfil, no pocos de ellos ligados con su padre.

De acuerdo con cifras que no han dejado de crecer en los meses recientes, el señor Cué Monteagudo (Oaxaca, 1966) dejó una deuda cercana a los 20 mil millones de pesos, casi el doble de la que recibió. Fuentes federales y del gobierno entrante aseguraron a este espacio que existen serias dudas sobre el destino de casi la mitad de esa cifra, y se multiplican los testimonios de un saqueo sistemático en áreas como salud, educación e infraestructura, justo las que debían funcionar como palancas para paliar el enorme rezago del estado.

Hay por todos lados de la política, los medios y la justicia locales nombres y apellidos de los presuntos operadores de este asalto al erario: Jorge Castillo, aparente personero de Cué a cuyo nombre aparecen cuentas bancarias con cifras incluso inverosímiles; Alberto Vargas Varela, Germán Tenorio, Nezahualcóyotl Salvatierra… Desde círculos de la Procuraduría General de la República se insiste en que el propio ex mandatario encararía en las próximas semanas acusaciones penales, junto con algunos de sus homólogos, entre ellos los priístas Roberto Borge y César Duarte, de Quintana Roo y Chihuahua, respectivamente.

El legado de la esperada transición en el gobierno oaxaqueño no podía ser más desalentador: en seis años creció en 300 mil el número de pobres extremos, se disparó la inseguridad. Reportes federales alertan de la incursión de los cárteles productores de heroína que tienen convulsionado a Guerrero, especialmente en el municipio de Miahuatlán, en la sierra sur oaxaqueña. Aumentaron también críticamente los feminicidios y los ataques contra dirigentes políticos y agraristas.

El primer tema de la agenda de pesadilla que lastra a Oaxaca lo representa hoy el magisterio agrupado en la Sección 22 de la CNTE, facción disidente del gremio oficialista, pero desde hace décadas dominante en el estado.

Las movilizaciones de este grupo fueron las que provocaron el arranque madrugador del gobierno de Murat Hinojosa, que pragmáticamente no quiso iniciar su mandato con un choque en las calles entre la policía y los profesores. Una escena de este tipo estuvo a punto de provocar en 2006 la caída del priísta Ulises Ruiz, que fue rescatado por el gobierno del panista Vicente Fox.

La combatividad de la Sección 22 —un organismo que parece nutrir su vigencia en la movilización permanente— lució herida de muerte el año pasado por una operación inducida por los secretarios federales de Educación y de Gobernación, Aurelio Nuño y Miguel Ángel Osorio Chong, para despojarla del control del sistema de enseñanza estatal y de su respectivo presupuesto. En el operativo el gobernador Gabino Cué funcionó como compañero de viaje, y todo resultó inicialmente bien.

Luego Nuño y Osorio se engolosinaron y encarcelaron a los líderes de la propia Sección 22, lo que creó una crisis que derivó este año en el fallido ataque al poblado de Nochixtlán, con la muerte de ocho personas inocentes y 100 más heridas, catapultando nuevamente la base social del magisterio disidente.

El desastre de Oaxaca supone una agonía permanente de un estado que ofrece uno de los rostros más injustos de México. Sin una estrategia conjunta, el drama sólo se perpetuará y seguirá creciendo.

APUNTES: Alejandra Barrales y Ricardo Anaya, dirigentes nacionales del PRD y del PAN, respectivamente, avanzan a contracorriente para construir la posibilidad de una candidatura de unidad en el Estado de México. Paradójicamente, su principal obstáculo lo representan liderazgos locales encarnados por el perredista Héctor Bautista y por el panista Ulises Ramírez, tenidos históricamente como sumisos al PRI y a los gobiernos de esa entidad que nunca ha tenido una alternancia partidista.

rockroberto@gmail.com

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