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En abril de este año, el presidente Peña envió al Congreso la iniciativa para legalizar la marihuana con fines terapéuticos, una discusión urgente que ha sido aplazada una y otra vez.
Nuestros vecinos ya tomaron la delantera. En las más recientes elecciones de EU, hubo referéndums para legalizar esta droga en varios estados, y aunque Arizona rechazó su uso lúdico, en Nevada, Washington, Oregon, Colorado, Maine, Massachusetts, California y Alaska ya es legal su consumo con el único fin de divertirse. A estos hay que sumar otros 22 que permiten ya su uso medicinal.
Según un sondeo de Parametría, la opinión en México para su despenalización en consumo recreativo no es favorable y arroja un 29% a favor y 66% en contra. En el caso de la legalización con fines medicinales la percepción es muy diferente, con un 64% a favor y 33% en contra.
Estas cifras probablemente fueron tomadas en cuenta por nuestros legisladores ahora que el tema volvió a ponerse sobre la mesa. Más allá de la popularidad de la medida, están los miles de enfermos que esperan tener acceso a un tratamiento sin necesidad de un amparo y de recurrir a la importación. Es ridículo que siendo el nuestro un país productor, se paguen en dólares los medicamentos con cannabidiol. Por eso aplaudo lo aprobado el martes en el Senado para permitir la importación y producción de medicamentos con derivados de la marihuana, que permiten tratar cáncer, glaucoma, SIDA, esclerosis múltiple y otras enfermedades.
Se quedaron muy cortos. Lo reconocen y lamentan senadores de diferentes partidos como Roberto Gil del PAN y Armando Ríos Piter del PRD. Quedan pendientes asuntos como el aumento a la cantidad de hierba que puede una persona llevar consigo sin ameritar una sanción, el cultivo individual y la comercialización con otros fines como el recreativo.
Pero no es sólo la marihuana. Urge también que se regule el cultivo de amapola para producir morfina. Ya se analizó y discutió lo suficiente. Posponerlo es ignorar el dolor de muchos enfermos; es permitir que se intensifique y extienda la violencia en el también adolorido Guerrero; es propiciar que la batalla la gane la heroína. Basta de calcular los costos políticos, basta de heredarlo a la siguiente Legislatura o a la siguiente administración.
EL HUERFANITO. Muchos son los problemas en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. Al diálogo de sordos entre integrantes de los diferentes partidos políticos que la conforman, se suma la interferencia generada desde la Asamblea Legislativa. Los diputados chilangos parecen sentirse desplazados. Por lo pronto lograron recuperar los reflectores al incluir el polémico tema de la plusvalía en la Ley de Vivienda. Los constituyentes no fueron capaces siquiera de explicarla. No extraña que hayan sido incapaces de aprobarla.
carlosloret@yahoo.com.mx