Sigo pensando que era un tema de deber más que de querer; que cuando la voluntad no ayuda, se acude a las reglas, pero el problema fue de origen.

La Federación Mexicana fue promotora y cómplice a la vez del “puto”, esa voz que retumba en cada estadio, que desconoció fronteras y se presentó como carnet de identidad de la afición mexicana ante el mundo.

Muchos federativos justificaron la expresión recargándose en la connotación y la interpretación de la palabra, es decir, consiguieron algo que la mismísima Real Academia, y al ver que solapando no lograrían nada, entonces emprendieron campañas tenues e indirectas que lo único que provocaron fue promocionar aún mas dicha expresión.

Cuando se vieron acorralados se apegaron a los lineamientos de FIFA, entonces hicieron extensivas las consecuencias que se anunciaron en la Copa Confederaciones.

De pronto, desde Monterrey se escuchó la voz de Roberto Martínez, un joven de 24 años que junto a Farid Dieck, y “rorroechavez” (así tal cual lo pueden seguir en sus redes sociales), lanzaron la iniciativa de construir a partir de un grito original utilizando como vehículo al club Tigres. La propuesta era becar a estudiantes, pintar escuelas o pagar algún tratamiento a un estudiante enfermo si cambiaban el grito de “puto” por el de “Tigres” en cada despeje del portero rival; pues bien, el equipo adoptó la propuesta y ha decidido apoyarla restaurando y brindando el mantenimiento a una escuela por cada partido que la afición colabore.

La propuesta es original y tiene gran sentido de bondad; el club asiste con la responsabilidad social que le implica y juntos generan una sinergia sensacional que podría cambiar de manera definitiva esta historia.

Reconocimiento total a estos tres regios y al club… sólo falta esperar la “incomparable” reacción de su afición.

futbol@eluniversal.com.mx

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