En noviembre de 2009 los secretarios de Hacienda, Agustín Carstens y de Desarrollo Social, Ernesto Cordero afirmaron que el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz desconocía la realidad económica de México. En el extremo Cordero recomendó al prestigiado economista que “se ponga a leer un poquito más de México”.

Lo anterior se derivó de la aseveración que Stiglitz realizó sobre México: había tenido uno de los peores manejos de la crisis financiera que sacudió el mundo en aquel periodo.

Para enfrentar los problemas coyunturales y estructurales que afectaban a México, Stiglitz recomendó invertir tanto en infraestructura como en tecnología, tener un sistema educativo de calidad y diversificar las exportaciones. Para el Stiglitz la dependencia de México respecto a la evolución del ciclo económico y político de Estados Unidos no era recomendable.

De igual forma advirtió, como terminó por ocurrir, que el aumento en impuestos sería negativo. Hoy se tiene evidencia suficiente, la hacienda pública alcanzó una mayor recaudación tributaria, pero eso no incide significativa y positivamente sobre el crecimiento.

El aumento de la recaudación tampoco sirvió para frenar el incremento del endeudamiento público. Los cambios fiscales que dotaron de más recursos al sector público no detuvieron la contratación de deuda, ello a pesar de que se tuvieron altos precios del petróleo. Entre 2010 y 2014 se elevó la deuda a pesar de que se tenían ingresos excedentes tanto por la parte petrolera como tributaria.

El pasado viernes Stiglitz volvió a México y refrendó sus postulados de hace siete años, en esta ocasión ante la incertidumbre que se cierne sobre México por la próxima renegociación del TLCAN. La evidencia le da la razón, la apertura comercial mexicana, basada en la exportación de importaciones y que tiene al mercado de Estados Unidos como su principal destino, está bajo el acecho de Donald Trump.

Lamentablemente en el corto plazo no se puede aspirar a la diversificación comercial para compensar el desequilibrio, no se puede resolver en meses lo que se dejó de hacer durante décadas.

El Fortalecimiento Productivo del Mercado Interno es lo más factible, en tanto que la apertura de nuevos mercados es una solución de mediano y largo plazo.

Una lección que no se debe olvidar es la de subestimar las recomendaciones de reconocidos economistas que con sólidos fundamentos señalaron la debilidad del modelo económico mexicano.

Así lo hizo José Romero de El Colegio de México en su libro Los límites al crecimiento de México, en donde demuestra que, entre otras causas, el estancamiento de la economía nacional es atribuible a un modelo de apertura que tuvo una fe ciega en la apertura comercial.

De igual forma Juan Carlos Moreno-Brid y Jaime Ros muestran los elementos relevantes de la política económica instrumentada desde una perspectiva histórica, y en donde los últimos 30 años son caracterizados por la creación de una economía vulnerable a los eventos externos, una consecuencia natural de la dependencia (Desarrollo y Crecimiento de la Economía Mexicana).

En materia hacendaria los trabajos individuales de Carlos Urzúa y Jorge Chávez Presa muestran alternativas de política fiscal para enfrentar la actual crisis que enfrentan las finanzas públicas.

En materia de comercio exterior y desarrollo industrial hay una amplia variedad de estudios serios y bien fundamentados que implican lo dicho por Stiglitz. René Villarreal, Alicia Puyana, Gerardo Esquivel y Gerardo Fuji son una referencia de ello.

Nadie es profeta en su tierra, y el problema es que en México es complicado establecer un diálogo de profundidad que implique la creación de una política económica de nueva generación que sea pertinente para las necesidades de la sociedad: mayor crecimiento económico, generación de empleo formal, progreso tecnológico, desarrollo industrial, comercio exterior diversificado y generador de valor agregado, por citar solo algunos elementos.

Por ello es bienvenida la reflexión de Stiglitz, parte de lo cual ya se ha enfatizado desde el análisis de distinguidos economistas mexicanos, pero que en ocasiones no tienen el peso político y mediático para ser escuchados. Esto último es necesario en el delicado momento que vive México, no hay margen para otros siete años de la misma receta económica.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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