En tiempos de futbol hay una contienda digna de escribirse como un capítulo glorioso en nuestro país. Dos caballeros dorados pulieron sus lanzas para apuntarlas al corazón del otro y así ganar la batalla más importante del verano.

Debían ser dos contiendas justas donde cada caballero tuviera por igual el apoyo de los suyos al son de las fanfarrias. Primero, en la conocida ‘Casa del Dolor Ajeno’, fue Santos quien dio una dolorosa y avasalladora estocada. Cinco veces la lanza lastimó al rival, el Querétaro, que al final del primer capítulo cayó tendido sin opción a levantarse.

Su arma quedó hecha pedazos y el ánimo destrozado ante tal panorama. Se aclamó al gran vencedor de la noche, que salió satisfecho, pero que no olvidó la compasión por aquel que cayó ante sus ojos. De eso se trataba, de hacer eco a la cortesía y galantería digna de un verdadero guerrero ávido de hacer feliz a su público que vistió sus mejores galas y escribió sus más sinceros mensajes para mostrarle que estaba de su lado.

Entonces pasaron tres días antes del segundo combate. En La Corregidora ahora eran los fervientes gallos quienes se regodeaban en cánticos hacia su caballero queretano, que aunque se sabía inferior por la derrota pasada, se había vestido con su mejor armadura y había afilado la lanza para buscar lo que parecía imposible.

Una, dos y tres estocadas enardecieron el lugar de la batalla. La esperanza reinó por algunos minutos y en ese momento, Santos pareció haber perdido la valentía y coraje mostrados en un inicio.

Sin embargo, la armadura de hierro cubrió a Santos de recibir más golpes. La fuerza, destreza y valor lo mantuvieron intacto en el resto del combate. Segundos después, la batalla encontró su final teniendo a La Comarca Lagunera como la gran ganadora de la noche. La algarabía e incluso lágrimas de felicidad se apoderaron de Santos y sus fieles escuderos, que después de tres años volvieron a gozar de las mieles del título que los acredita como los mejores del balompié nacional y pentacampeones.

La proeza de esa noche no podrá ser borrada nunca de la mente de todos los que lo presenciaron, pues pocas veces podemos atestiguar batallas con tal espectáculo. Ocho estocadas, emoción, felicidad y al mismo tiempo desilusión para quienes vieron caer con dignidad a su caballero, serán el parámetro para los siguientes dos caballeros que contiendan a finales de año.

Con una batalla como esta, las poéticas palabras de júbilo se extienden no sólo a la gloriosa victoria de Santos, sino también a la magnífica pelea que dio el dignísimo subcampeón.

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