Los humanos somos seres obsesivos, pocas veces nuestras obsesiones tienen un carácter positivo; la obsesión implica exceso y, como nos han venido diciendo lo sabios por generaciones, los excesos terminan con nosotros. Pero la obsesión es de espectro amplio y en estos tiempos la gama se amplía. Una de estas raras y posmodernas obsesiones está causando mella entre los adolescentes; se trata de un juego de realidades alternativas llamado Blue Whale (en referencia a la ballena azul que decide acercarse a la costa para morir), en el que un grupo de individuos formulan durante 50 días una serie de retos para ser superados por los jugadores, estos “retos” implican infligirse heridas, ver películas de terror por un periodo determinado, despertarse a la madrugada, entre otras barbaridades, el juego sólo puede ser completado con la muerte, por suicidio, del jugador. Uno podría pensar que el público para tales juegos es menor, pero lo cierto es que los jugadores (adolescentes en su mayoría) se han obsesionado tanto con este juego de realidad alternativa que en un periodo de seis meses se reportaron, sólo en Rusia (el país con el mayor problema), más de 130 suicidios.

Hace apenas unos meses, autoridades de aquel país detuvieron a un joven de apenas 21 años, quien administraba casi una decena de estos grupos, a través de éstos se suicidaron por lo menos 15 personas; hay que decir que, según los medios de comunicación rusos, la mayoría de las víctimas de la Ballena Azul eran jóvenes “felices” y de “buenas familias”.

El suicidio se ha convertido en la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años, dice la OMS que cada 40 segundos alguien se quita la vida. Juegos como Blue Whale, el estrés por tener un estatus en las redes sociales, además del ciberbullying están provocando cada vez más muertes relacionadas con los mundos virtuales y las nuevas obsesiones destructivas que están gestándose ahí. Un número no menor, por cierto, tan es así que redes sociales como Facebook trabajan justo ahora en un algoritmo para detectar a través de lo que se sube a la red al posible suicida; esta inteligencia artificial alertaría a un equipo especializado para atender al individuo. No hay que olvidar que en la gran mayoría de casos de suicidio en los que hay una red social involucrada no se trata de casos en los que aparezca de repente una carta póstuma o una nota final, normalmente hay todo un historial de abusos, depresión o intencionalidad detrás del acto final.

El caso de Blue Whale es muy particular ya que, según parece, las víctimas no son personas con tendencias depresivas o con un historial de abusos, sino más bien jóvenes que se obsesionan con estas realidades virtuales al punto de concluir, sin importar el costo, una misión al más puro estilo de los juegos de rol, esta vez con un giro macabro.

@Lacevos

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