Vivimos en una era de contradicciones; por un lado, la sociedad aspira a subir un par de peldaños en la escalera de la evolución y la conciencia a través de lo políticamente correcto y el eufemismo; y por el otro, con algo de poder, se puede embestir en contra de todo un pueblo (o pueblos) y ser presidente de un país sin que haya mayores consecuencias. Estas actitudes evidencian no sólo el cinismo de los pocos, sino también la hipocresía y apatía de los muchos.

La semana pasada, Felix Kjellberg, mejor conocido como PewDiePie, el youtuber más famoso del mundo, con 53 millones de subscripciones (tiene más “habitantes” su canal YouTube que España), fue despedido de la red social por una serie de chistes antisemitas. La broma que habría detonado la reacción de la red social fue una en la que unos jóvenes de Sri Lanka aparecen en su programa sosteniendo un cartel en el que se lee: “Muerte a todos los judíos”, jóvenes que habrían recibido una bagatela a cambio de atreverse a mostrar dicho cartel; en palabras de PewDiePie, lo que estaba tratando de demostrar era que “la gente es capaz de hacer casi cualquier cosa por cinco dólares”. El youtuber, que nunca ha tenido un comportamiento ejemplar, pierde no sólo un espacio en que despotricaba contra casi todo, sino también un par de contratos millonarios con Google y Disney.

Sin disculpar lo reprochable que resulta desear que desaparezca toda una raza, aun con la excusa de hacer bromas, lo cierto es que en esta carrera por desmotivar el odio racial las reglas no se aplican de la misma manera a todos. Si hablamos de antisemitismo parece que los medios y los censores en las redes sociales están de acuerdo casi unánimemente que cosas así no pueden pasar; no pasa lo mismo con el racismo contra los árabes, los orientales, o los latinoamericanos. Por eso Netanyahu puede hacer, con toda diplomacia, comentarios en Twitter en los que alienta a la humillación y el desprecio contra un pueblo. Y es que más allá del derecho que tenga cada gobernante de hacer dentro de su territorio lo que le venga en gana en pos de la seguridad nacional, el trasfondo de las pretensiones del presidente de Estados Unidos respecto a su muro son en contra de todo un país al que considera, sin eufemismos, un nido de bandidos, narcotraficantes y violadores; apoyar la materialización de un proyecto como ese, y a la persona que lo propone, es apoyar también los conceptos e ideas detrás de éstos; no es una barda, es parte de una política de humillación y desprecio a un pueblo. Pero ninguna de las cabezas de Twitter piensa así, el tuit sigue ahí y ante la tibia respuesta del Estado mexicano no esperamos que cambie nada (mis respetos para esa parte de la comunidad judía en México que no se calló). Claro, si la cosa hubiera sido al revés y alguien desde el Estado mexicano hubiera tenido la desfortuna (o por pura estupidez) de hacer algún comentario pro árabe o con un leve olor a antisemitismo, ya no estaría entre nosotros: lo habrían corrido de Twitter, el Estado se habría disculpado y, si fuera posible, el perpetrador estaría exiliado en otra galaxia.

@Lacevos

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