Felipe Salgado Rodríguez, alias El Cepillo, jefe de sicarios de Guerreros Unidos, relató en la entrevista a la que fue sometido por una perito en Sicología que él fue quien transmitió la orden de que se acabara con la vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa:

“Dénles piso”, instruyó, según su propia versión, al jefe de halcones de la organización criminal, Patricio Reyes Landa, conocido como El Pato.

El Cepillo relató también que el 27 de septiembre de 2014 volvió al basurero de Cocula para llevarle a los sicarios que quemaban el cuerpo de los alumnos “agua, refrescos, cerveza, lo que quisieran tomar”.

—Usted, cuando llega, ¿qué ve en el basurero? —preguntó la perito.

—Ya no había nada. Ya nada más estaba ceniza y unos cuantos (¿fuegos?) prendidos.

Según El Cepillo, ahí recibió un mensaje de El Fercho: “Me dijo que juntara las cenizas y las llevara a tirar”, explicó.

—¿Qué puesto tenía El Fercho en ese grupo? —le preguntó la perito.

—Pues se podría decir que él también me da órdenes a mí —respondió El Cepillo.

Fercho es el apodo de Fernando Santiago Hernández, señalado como “secretario particular” del jefe regional de Guerreros Unidos, Gildardo López Astudillo, El Gil, y una de las figuras menos visibles del caso Ayotzinapa: fue detenido, pero la PGR no hizo ningún esfuerzo por difundir su captura.

La poca información disponible señala que El Fercho es ex militar.

El Fercho me dice que juntara las cenizas y que de ahí las llevara a tirar… Entonces fui y juntamos las cenizas con palas. Como todavía estaban calientes, las bolsas se rompieron, pues. Esperamos hasta ya nochecito, y ya de ahí las juntamos y las fuimos a tirar.

—O sea, ¿se rompieron las bolsas y tuvieron que volver a hacerlo o cómo le hicieron?

—No. Llevábamos varias bolsas.

—¿Cómo las meten?

—Con palas.

—Llevaban palas.

—Ajá.

—¿Quiénes estaban ahí metiendo las cenizas?

—Estaba El Duvalín, El Wereke, El Wasa, El Pato, El Jona, estaba yo, El Chereje, uno que le dicen El Bimbo y otro chavo…

—¿Con palas los meten en las bolsas, a todos?

—Sí. Era pura ceniza ya. Y ya nos fuimos y tiramos la basura…

—A ver, ¿cuántas bolsas eran? ¿Cómo eran esas bolsas?

—Negras, de basura, grandes.

—¿Y cuando ustedes llenan esas bolsas de qué tamaño quedan?

—Como a la mitad.

—Cierran las bolsas, las dejan abiertas, ¿qué hacen?

—Así nos las llevamos abiertas, ya nomás llegamos a un río que se llama San Juan y ya las tiramos.

—¿Me dijo cuántas bolsas eran?

—Cuatro. Yo me acuerdo que eran cuatro… Las subimos a la camioneta blanca y las llevamos hacia el río.

—¿Quién iba manejando?

—Yo… No, El Wereke.

—¿Cuántos iban en la camioneta?

—Eramos… los nueve, creo.

—Y luego, ¿cuánto tiempo caminan del basurero para el lugar?

—Fue en la camioneta… como unos diez minutos o quince.

—¿Y quién decide dónde tirarlos?

—Pues ahí deciden, me habían dicho eso… yo.

—Usted decide. ¿Qué dice?

—Ahí mero les digo, y además tiene agua. Ahí las aventamos.

—¿Luego qué hace?

—Luego nos fuimos y me hablaron que fuera a una manifestación

—¿Quién le habla?

El Fercho. Pero yo llego a Iguala y ya no hay nada (hay un salto en el video)… Yo me puse a tomar y ahí no se cuenta nada de lo que pasó, estábamos callados.

—¿Con quién estaba?

—Con El Pato, El Chequel

—Nadie dijo nada.

—Nada más estábamos platicando de otras cosas.

—¿De qué platican?

—Pues de las novias, así.

—Usted qué siente de todo esto que pasó.

—De ese día, pues yo sentía un poco de coraje, porque pues cuando nosotros los entrevistamos decían que eran sicarios, y luego pues les encontramos capuchas en los testículos...

—¿Qué hace usted después?

—Al otro día me desperté. Ya no fui a Iguala, ya me quedé en Cocula y ya nada más andaba ahí en mi casa. Ya de ahí que se comienza todo el alboroto, y ya cada quién empezó a irse por su lado por lo mismo que se había puesto feo, y ya de ahí empezamos a perder comunicación entre nosotros… Me puse a tomar. Cuando vi que se llevaron a los municipales de Cocula, agarré y me vine a Cuernavaca.

—¿Y qué siente ahora de lo que pasó?

—Pues, no sabría pues cómo explicarlo.

—¿Y qué piensa de su situación?

—Agüitado, pues, porque no sé cuánto tiempo me vayan a dar en el bote.

Estas entrevistas forman parte de un caso que será histórico. He escrito antes que su novedad es que por primera vez permiten escuchar largo y tendido a los personajes involucrados en la tragedia, sin que medie la intervención de un escribiente de juzgado.

Se trata de una versión, no de hechos comprobados. Es probable, sin embargo, que a partir de la información expuesta en este espacio, el lector tenga mayores elementos para normar su opinión sobre lo que ocurrió esa noche.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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