El 6 de octubre de 2004, el narcotraficante Miguel Ángel Beltrán Lugo, El Ceja Güera, fue asesinado en el comedor del penal de máxima seguridad de La Palma (conocido hoy como del Altiplano). Un interno llamado Lucio Don Juan Govea burló los controles de seguridad y le disparó siete veces.

El Ceja Güera era uno de los líderes del Cártel de Sinaloa. La primera versión indicó que el asesino se había cansado de las humillaciones a las que el narcotraficante lo sometía cotidianamente, así que decidió asesinarlo. La PGR obtuvo poco tiempo después otra versión: el ex líder del Cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, le había pagado dos millones de pesos al secuestrador Daniel Arizmendi, El Mochaorejas, para que eliminara a Beltrán Lugo.

Esa versión señalaba que El Mochaorejas había guardado un millón para sí, y subcontratado, con el millón restante, los servicios del asesino.

En aquel tiempo, burlar los controles de seguridad del Altiplano era lo más sencillo del mundo. Dos meses después de ese asesinato, un hermano de El Chapo Guzmán, Arturo Guzmán Loera, alias El Pollo, fue abatido en el locutorio número 22, mientras se entrevistaba con su abogado. El verdugo, José Ramírez Villanueva, había recibido instrucciones que dictó una persona desde el exterior del penal. La pistola se la habían dejado en el área de sanitarios, debajo de un depósito de agua.

Ese mismo año, el subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos advirtió que Los Zetas planeaban enviar hombres armados al Cefereso para liberar a Osiel Cárdenas, así como al líder del Cártel de Tijuana, Benjamín Arellano Félix.

El Ejército y la Policía Federal rodearon el penal. Un cateo realizado en las instalaciones poco después arrojó el hallazgo de 17 armas punzocortantes, dos grapas de cocaína, dos celulares y una televisión de plasma de 17 pulgadas. Se descubrió también que Osiel Cárdenas había logrado corromper a custodios “y posiblemente a directivos”. “Tenía más celulares que los directores”, escribió José Blancornelas: desde su celda seguía manejando la frontera de Nuevo Laredo.

En esos días corrió por primera vez la versión de que los principales líderes mafiosos estaban construyendo un túnel. Miguel Ángel Yunes —subsecretario entonces de Prevención y Participación Ciudadana— declaró que esto era imposible, “debido a la infraestructura de las instalaciones”.

De cualquier forma, en el Cefereso, romper los mecanismos de seguridad era el pan de cada día. El 22 de junio de 2004, Osiel Cárdenas, Benjamín Arellano y El Mochaorejas habían irrumpido violentamente en la oficina del director, Enrique Aguilar Aranda: querían “exponer los malos tratos que recibían”. Para que ellos llegaran hasta ahí, violaron todos los protocolos de seguridad.

El director Aguilar Aranda era recordado porque seis años atrás, cuando dirigía el reclusorio sur, cuatro presidiarios que ingresaron al área de enfermería tomaron como rehenes a 19 personas, y las mantuvieron en su poder durante dos días: se había permitido el ingreso al penal de dos pistolas y una granada de fragmentación —incluso se había permitido la entrada de visitantes en estado de ebriedad.

A pesar de ambas fallas, Aguilar Aranda fue premiado con nuevos cargos. Ha dirigido el Cefereso 2 de Nogales y los centros federales de Puente Grande y Matamoros, entre otros. En 2014 fue designado director del penal de Ríoverde, en San Luis Potosí, donde reconoció que los visitantes “introducían droga en sus cavidades”.

Otros directores del Altiplano, Fidel Alonso Ceballos y Saúl Torres Millán, fueron removidos porque los reclusos les iniciaron huelgas de hambre en protesta por abusos y vejaciones. Al segundo le hallaron, además, “irregularidades en su administración”. Según los familiares de los huelguistas, con apoyo de los directores, los internos más poderosos mantenían al resto de la población penitenciaria en un régimen de terror.

El penúltimo cese fue el de la directora Marissa Quintanilla, quien ya había dirigido los Ceferesos de Matamoros y Guasave: permitió que se llevara a cabo en los alrededores del penal una fiesta patrocinada por el Z-40, de la cual fue advertida días antes.

La fuga de El Chapo hizo caer a la coordinadora nacional de los Ceferesos, Celina Oseguera, quien cuando estuvo al frente del sistema penitenciario del DF fue criticada por las redes de sexoservicios que explotaban internas en los túneles que conectan con los juzgados.

@hdemauleon

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