Desde que Enrique Peña Nieto llegó al poder hay dos millones de pobres más en México. Eso es lo que señala el informe más reciente del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, Coneval, con cuyos datos desayunó el país —es una forma figurada de decirlo— apenas el viernes pasado.

Ese día leímos que según el informe Resultados de pobreza en México 2014, en 2012 había 53.3 millones de pobres en México. Dos años más tarde la cifra se había elevado a 55.3 millones de personas. Prácticamente, uno de cada dos mexicanos.

El resultado de la medición efectuada por el Coneval refleja algunos avances. Se redujeron carencias relacionadas con rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a seguridad social, y calidad y espacios de vivienda. La pobreza extrema se redujo de 9.8 a 9.5 por ciento (los índices bajaron en 24 entidades federativas) y la pobreza rural descendió de 61.6 a 61.1 por ciento.

Pero la lectura del documento deja un gusto amargo.

Frente a la cifra que indicaba el escandaloso avance de la pobreza, ¡dos millones de pobres más!, se dio escasa relevancia al hecho de que en el país creció también la carencia por acceso a la alimentación.

Esta carencia pasó de 23.3 por ciento a 23.4 por ciento. El crecimiento es de una décima, pero representa 2.3 por ciento de la población. Dicho de otro modo: de acuerdo con el Coneval hay dos millones y medio de mexicanos más que sufren hambre.

Las mediciones internacionales consideran en situación de carencia por acceso a la alimentación a aquellos hogares que presentan un grado de inseguridad alimentaria, sea moderado o severo. Según esos estándares, el derecho a la alimentación es un derecho de todos los individuos: no padecer hambre es el mínimo nivel que debe estar garantizado dentro del derecho a la alimentación.

Nadie garantiza, sin embargo, ese derecho a los 28 millones de mexicanos que en 2014 se hallan en esa situación. Por el contrario, la carencia creció en ocho estados. Morelos, Veracruz, Oaxaca, Sinaloa, Coahuila, Hidalgo, Baja California Sur y —por supuesto— el Estado de México.

En esta última entidad es donde la carencia por acceso a la alimentación registró los niveles más altos. En el estado gobernado por Eruviel Ávila, el Coneval detectó un crecimiento de 692 mil 200 personas con inseguridad alimentaria. Sólo para tener presente el dato, conviene decir que el Edomex triplica a su competidor más cercano, el estado de Hidalgo, en donde se registraron 209 mil personas, y que rebasó con más de medio millón de personas a Chiapas, la entidad tradicionalmente más apabullada, en donde 178 mil 200 personas registraron también carencias en el acceso a la alimentación.

Cierto. La población del Estado de México es tres veces mayor que la de Chiapas (15 millones de habitantes contra 4.7 millones). Pero también es cierto que la cifra ha funcionado siempre como disculpa a los gobernantes mexiquenses, para justificar las cifras de horror que en todas las mediciones arroja siempre el estado. (Solo para tener presente otro dato, conviene decir que el Edomex aporta 9.2% del PIB nacional, mientras que Chiapas solo aporta 1.9 por ciento).

El 9 de julio pasado, dos semanas antes de que el Coneval presentara el estudio, en un acto celebrado en Los Pinos el presidente Peña Nieto aseguró que “las reformas ya están mejorando la realidad nacional”. El comentario puso en llamas a las redes sociales.

Dos semanas más tarde, con estimaciones recogidas en cada una de las entidades federativas, y en un documento que refleja “también avances”, el Coneval presenta una realidad poco halagüeña, frente a la que es imposible cerrar los ojos: aumentaron los pobres y aumentó el número de mexicanos con hambre.

En las dos últimas mediciones (2010-2012 y 2012-2014), el Edomex permaneció a la cabeza.

Sólo para tener presente el dato habría que decir que se trata, nada menos, que de la tierra del presidente.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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