No están ustedes para saberlo, ni yo para contarlo; sin embargo, hoy hace un buen día para platicarles, estimados lectores de El Gran Diario de México, por qué es que le profeso devoción al equipo representativo de nuestra máxima casa de estudios.

Empezaré por hacerles una confidencia, que espero no salga de aquí. En virtud de que mi papá era oriundo de la tierra del tequila y el mariachi, de niños nos llevaba a mi hermano Arturo y a un servidor, al estadio de CU a ver jugar a las Chivas cada que venían al Distrito Federal (la capital del mundo).

Nos sabíamos la alineación del Rebaño Sagrado y Arturo decía que era el ‘Tubo’ Gómez (cancerbero caprino), mientras que yo me ostentaba como el ‘Chololo’ Díaz (el mejor mariscal que haya pisado la cancha).

Por esas cosa que tiene la vida, nuestro progenitor, que fue el primero de la dinastía en “tomar los hábitos” al convertirse en árbitro profesional, colgó el silbato cuando le ofrecieron ser contratado como gerente del Club Universidad Nacional.

Una de las primeras encomiendas de don Arturo fue la de ir a Brasil, con una lista de 5 futbolistas proporcionada por el técnico Carlito Peters, para contratar a dos amazónicos.

Pumas había vendido a Toño de la Torre Villalpando al América y con el millón de pesos que pagaron por él, mi jefe regresó a México con Cabinho y Spencer.

Debido al carisma y don de gentes de mi papá, desfilaron por la mesa de nuestra casa, compartiendo generosamente el pan, la sal y el vino, muchísimos personajes: Bora Milutinovic, el ‘Gonini’ Vázquez Ayala y Leonardo Cuéllar, por mencionar unos cuantos.

No miento cuando digo que el doctor Méjia Barón se convirtió en el dentista de la familia y tampoco cuando afirmo que el licenciado Arturo Brizio Ponce de León (graduado en la Facultad de Jurisprudencia de la UNAM) fue el encargado de firmarle el primer contrato con Pumas al niño de oro, a Hugo Sánchez, el mejor jugador en la historia del futbol mexicano. En ocasiones especiales viajamos como parte de la comitiva universitaria, éramos infaltables en el Estadio Olímpico y llegamos a festejar en la intimidad del vestidor los primeros títulos.

Luego tuvimos la dicha inicua de egresar de la UNAM, Arturo como Licenciado en Derecho y un servido como Médico Veterinario Zootecnista, profesión que amo y continúo ejerciendo hasta la fecha en forma cotidiana. ¡Cómo no te voy a querer!

Mientras me desempeñé como silbante, conmigo los Pumas solamente ganaron el 35% de los puntos en disputa.

Pero la principal razón que me hace vibrar, gozar y soñar con la escuadra azul y oro, es que sigo sintiendo un vínculo muy especial, incondicional y eterno con mi viejo... mi querido... mi queridísimo viejo.

ebrizio@hotmail.com

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