Había emitido el silbatazo final con el cual culminó mi carrera arbitral al dirigir la final de ida disputada entre Monarcas (1) vs. Toluca (0), y la verdad sea dicha, tenía un hueco en el alma que me invitaba a tomarme un año sabático futbolero.

Pero, por esas cosas que tiene el destino, recibí una invitación por parte de mi gran amigo Ángel Parra para convertirme en columnista de EL UNIVERSAL, de modo que gustoso acepté sin imaginar siquiera el inmenso placer que me produciría mi nueva actividad; tanto así, que se volvió “mi dedo chiquito”.

Así, un domingo, indignado ante el inminente ataque de Estados Unidos a Irak, me senté frente a la computadora y escribí mi primera colaboración (una analogía entre lo que estaba a punto de ocurrir en Bagdad y el balompié mexicano). Al día siguiente recibí una llamada del editor para felicitarme, afirmando que “los había sorprendido”. Y ahí empezó todo.

Sin embargo, todo lo que inicia… algún día termina; por eso, tengo la inmensa pena de participarles, estimados lectores, que esta es la última colaboración periodística que tendré el gusto de escribir para ustedes, lo que me llena de tristeza y nostalgia, al grado que las lágrimas rebosan mis ojos. No me cansaré de agradecerle a la vida la felicidad que me proporcionó al tener la dicha de realizar este hermoso oficio.

Créanme cuando les platico que ha sido un enorme privilegio plasmar, durante 13 años y tres meses, mis opiniones y ocurrencias en las páginas de El Gran Diario de México, en donde siempre me dispensaron un trato cinco estrellas, pero sobre todo, respetaron cabalmente lo generado por mi pelona cabecita, sin recibir censura alguna, permitiéndome absoluta libertad editorial, lo que se agradece, se aprecia y se aquilata. Sin temor a equivocarme, lo más valioso que me llevo es la amistad de todos ellos.

Desde muy pequeño me inculcaron que “la gratitud es la memoria del corazón”; de manera que, lo único que me queda por decir con toda sinceridad y desde el fondo de mi corazón es ¡muchísimas gracias!: a la empresa por otorgarme la confianza, a Iván Pirrón “mi editor de oro”, a Ángel Parra, a Jorge Guzmán Torres (el famoso ‘JoGuTo’), a Alejandro Asmitia, pero principalmente a ustedes, que me hicieron el favor de leer regularmente ‘mi calumnia’, de verdad lo aprecio ¡Los voy a extrañar!... “Tómense esta botella conmigo y... en el último trago nos vamos”.

ebrizio@hotmail.com

*En la imagen: Lalo Brizo fue un excelente árbitro, pero mejor columnista.

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