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La fuerza laboral de mexicanos en Estados Unidos no es menor. Campos de cultivos en distintos estados, principalmente en California, así como el sector servicios de decenas de ciudades, dependen de manos de connacionales. Desafortunadamente, buena parte de la clase política del país vecino —la más conservadora— no está consciente de ello o no quiere estarlo.
Son millones de mexicanos los que han hecho su vida de manera completa en suelo estadounidense y se encuentran integrados totalmente a su economía, como trabajadores y como consumidores, e incluso como contribuyentes.
A pesar de ello, el presidente estadounidense Donald Trump firmó ayer órdenes ejecutivas para construir un muro en la frontera con México, contratar 5 mil agentes fronterizos adicionales y crear más centros de detención para migrantes, así como incrementar las deportaciones. Además firmó una orden ejecutiva para retirar fondos federales a las ciudades santuarios, aquellas que han anunciado que no acatarán instrucciones de Washington y que protegerán a migrantes.
Son medidas de fuerza que no se entienden si no van acompañadas de una reforma migratoria para legalizar a quienes han sido asimilados por la nación estadounidense. No deben verse más escenas de familias separadas: niños que nacieron en Estados Unidos —por lo tanto son ciudadanos de ese país—, pero sus padres no adquirieron la ciudadanía y son deportados. Si casos como esos se dieron durante la administración de Barack Obama, el futuro para los connacionales no es halagador en el actual gobierno.
El presidente Enrique Peña Nieto anunció como medida principal ante las decisiones de la Casa Blanca, convertir en “auténticas defensorías” de los derechos de los migrantes los 50 consulados mexicanos en territorio estadounidense.
Poner en el centro a connacionales es lo correcto. En este punto, México puede encontrar valiosos aliados en las autoridades locales de EU. El alcalde de Nueva York, por ejemplo, ha dicho que no permitirá detenciones de migrantes. El martes pasado, el gobernador de California fue más allá y dijo que su gobierno defenderá a todos, incluyendo al 27% de su población, casi 11 millones de personas, que nacieron en una tierra extranjera. “Los inmigrantes han ayudado a crear nuestra prosperidad desde el principio”, señaló. Si California fuera país, sería la sexta potencia económica del mundo.
Son muchas más las razones por las que México y Estados Unidos deben tender puentes en lugar de levantar muros. La prosperidad y seguridad regionales se logran con diálogos y no con monólogos. Debe buscarse el entendimiento, sí, aunque sin aferrarse a mantener una relación que a la larga, en esta coyuntura, puede ser perjudicial.