La prensa fue el principal motor ideológico del México independiente, pero también un instrumento que gravitaba en torno al poder político. Por ello, los pleitos entre periodistas eran particularmente enconados y en muchos casos se resolvían por medio de las armas.

En 1880 tuvo lugar uno de los duelos más recordados, el que celebraron Santiago Sierra, hermano menor de Justo Sierra, y el editor Ireneo Paz. Las rencillas entre ellos comenzaron tres años antes, cuando los integrantes del “Círculo Bécquer”, un grupo literario de la época, abandonaron la imprenta de la familia Paz, sin pagar las deudas que habían contraído, para irse a trabajar con los Sierra.

Cuando Porfirio Díaz demostró que no tenía intenciones de dejar el poder y postuló a Manuel González para la Presidencia, Ireneo cuestionó desde su periódico los mecanismos del general y apoyó la candidatura de Trinidad García de la Cadena. La Libertad, publicación de los hermanos Sierra, acusó a Ireneo de ingratitud para con Díaz.

El director de La Patria, indignado por la imputación que se le hacía en un texto sin firma, investigó a través de sus colaboradores el nombre del autor: Agustín F. Cuenca. Como consecuencia retó en duelo al atacante, pero el enfrentamiento no se llevó a cabo. Las riñas continuaron desde el papel e Ireneo escaló el conflicto hasta involucrar en su embestida a los dueños de La Libertad. Santiago Sierra respondió a las menciones que de él se hacían a través de una nota, coronada con la siguiente incitación: “La Libertad se imprime frente a la imprenta de La Patria; si el títere indecente a quien nos referimos quiere alardear de hombre, ya sabe que no tiene mucho que andar para encontrarnos a cualquiera de los redactores de La Libertad y en particular al que firma”.

Como respuesta, Ireneo nombró a sus padrinos, los generales Ignacio Martínez y Bonifacio Topete, quienes fueron en busca de Santiago. Se acordó que el duelo se celebraría el 27 de abril alrededor de las ocho de la mañana, que los contendientes utilizarían pistolas y que se dispararía en varias ocasiones desde una distancia cada vez más reducida. Los testimonios aseguran que en el momento decisivo los oponentes dispararon con la intención de guardar la integridad del contrincante, hecho lo cual, los padrinos de Paz se manifestaron a favor de dar por sanada la injuria debido a la demostración de valentía de ambos; pero los acompañantes de Sierra objetaron que se debía llegar hasta las últimas consecuencias, como se había estipulado, así que se volvieron a cargar las armas y se acortó la distancia. Entre los concurrentes se escuchó un grito: “Esto no es un juego de niños, aquí de por medio hay sangre”.

La fatídica conclusión no se hizo esperar: Ireneo hirió al menor de los Sierra “en la parte alta de la frente, ya dentro de la región del cuero cabelludo” y éste cayó desfallecido. El vencedor, afligido, corrió en busca de un médico. En su trayecto se encontró con Justo y le dijo: “Acabo de matar a tu hermano, perdóname”. El segundo avanzó hacia el cuerpo inerte del joven Santiago, se inclinó sobre él y rompió en llanto.

Como resultado de lo ocurrido, Justo Sierra renunció a la redacción de La Libertad y decidió consagrarse a la educación y a la cultura, e Ireneo, aunque no fue sancionado penalmente, padeció el infierno del arrepentimiento. Muchos años después, Octavio Paz, nieto del asesino, confesó a sus allegados que las infaustas consecuencias del duelo le hacían sentir pudor en presencia de Javier Barros Sierra, pariente del hombre que truncó su vida a causa de una disputa periodística.

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