Texto: Mauricio M. Castillo
Fotos actuales: Christopher Rogel Blanquet
Diseño web: Miguel Ángel Garnica

Las adicciones provocaron que César Mora se alejara de la pista de carreras durante 13 años. Tiempo en el que dejó de montar a aquellos animales que cuando los ve correr le parecen “perros grandotes”; y  periodo por el cual obtuvo el récord Guinness, al convertirse en el jinete con más tiempo sin correr entre carreras ganadas. Sin embargo, este jockey también tiene el título por haber logrado más victorias en una sola tarde, siete, en 1990. La fecha exacta él mismo no la recuerda.

Cuando regresó a la pista del Hipódromo de las Américas, en 2013, con 50 años de edad y 32 de jockey, se convirtió en uno de los más veteranos del llamado Óvalo de Sotelo. No obstante, los títulos no lo son todo a la hora de ser escogido para correr los fines de semana. “Uno tiene que estar viniendo para que los entrenadores lo vean constante, para poder conseguir montas”.

Por eso para César el día de las carreras se prolonga toda la semana. “Un jinete siempre tiene que estar en condición física, tiene que cuidar mucho su peso”. Y es que el ideal para montar oscila entre los 50 y 55 kilos para que el caballo pueda correr con facilidad. Si al momento de la carrera, el jinete excede esta medida, puede meterse al vapor para alcanzarla.

Cuando su nombre aparece en el programa, Mora llega al Hipódromo a las seis de la mañana. Por lo menos hasta las diez galopa uno o dos caballos para ir entrenando. Después, si es necesario, entra al vapor, ve un poco de televisión, se relaja y se alista para correr.

“Si algo me pasara montando, moriría feliz”
“Si algo me pasara montando, moriría feliz”

El Óvalo de Sotelo

La equitación se consolidó en el Porfiriato como una de las diversiones preferidas del mexicano. Esto gracias al afán de la aristocracia de emular en usos y costumbres a su homóloga francesa. Durante este tiempo se crearon en la Ciudad de México diversos lugares para disfrutar del deporte equino. Los Hipódromos de Peralvillo y la Condesa fueron los más emblemáticos. La Revolución, por su parte, no pudo menos que acentuar esta afición. Después de todo, el caballo había sido el compañero inseparable de tropas y generales.

Sin embargo para mediados de los años veinte, con los hipódromos preferidos convertidos en zonas residenciales, como fue el caso de la Condesa y Peralvillo, la capital cayó en una especie de “orfandad” hípica. Esta situación fue resuelta por el presidente Manuel Ávila Camacho, en las primeras semanas de su gobierno.

El llamado “Presidente caballero”, verdadero amante del polo y las carreras, ordenó la construcción, en los llanos de Sotelo, al norte de la ciudad, de uno de los proyectos más ambiciosos en materia deportiva de la primera mitad del siglo XX mexicano: el Hipódromo de las Américas.

El mismo general, en su calidad de presidente de Jockey Club, acompañado de todo su gabinete, los integrantes de la Suprema Corte, representantes del Poder Legislativo y del presidente de Costa Rica, Ángel Calderón Guardia, inauguró el 6 de marzo de 1943 el magno coso.

En automóvil o en los camiones de la línea “Lomas-Hipódromo”, desde las doce del día comenzaron a llegar los aficionados. Antes de la declaración solemne de apertura, minutos después de las dos y media, veintiún charros desfilaron con las banderas de todos los países del Continente Americano.  La carrera más importante de esa tarde fue nombrada “Manuel Ávila Camacho”, en señal de agradecimiento al mandatario. La inauguración constituyó el acontecimiento social de la época.


El Hipódromo abarca un área total de 52 hectáreas. Tiene una pista de mil 408 metros de longitud. Circuncida está un jardín con lago y fuente, aspectos que han permanecido desde 1943. Tras una remodelación, en 1999, la zona del público adquirió su apariencia actual. Las instalaciones sotelinas cuentan con tres salones para eventos. Para comer, hay dos restaurantes de lujo y un establecimiento de comida rápida, cuyos precios son menores que los de los cines. La grada central tiene capacidad para 650 personas. El acceso a ésta cuesta diez pesos. Completa el cuadro el recinto del Jockey Club, asociación de tradición porfiriana fundado en 1881. Originalmente estaba en la Casa de los Azulejos.

Existe también una clínica veterinaria. En ella son atendidos no sólo los caballos del Hipódromo, sino que está abierta a externos que lo necesiten.

Diez pesos es la cantidad mínima que se puede apostar en el Hipódromo. Basta que el interesado se acerca a la barra para registrar su juego y, si acierta a 7 ganadores de la tarde, gana una parte de la bolsa acumulada. Todo esto conforme a la política de apuestas vigente y según se puede leer en el sitio oficial de este lugar.

“Si algo me pasara montando, moriría feliz”
“Si algo me pasara montando, moriría feliz”

El preparador físico del caballo, la clave

El personaje clave para las funciones equinas, es el entrenador, como es el caso de Fausto Gutiérrez. En sus palabras, esta persona “es el administrador del caballo”. “Cuida de su salud, verifica quién lo va a montar, en qué condiciones va a correr. Digamos que es como el preparador físico de un atleta. Es la persona que dirige los destinos de un caballo”. Por ello, la labor de un entrenador es de tiempo completo.

En México no hay un lugar concreto dónde se pueda aprender esta actividad. Por lo tanto, “tienes que ir aprendiendo en el Hipódromo y al mismo tiempo aquí está todo de lo que tú necesites para documentarte o quieras estudiar en paralelo”. Se necesita obtener una licencia de entrenador que otorga el mismo Hipódromo, para la cual se debe presentar un examen que incluye conocimientos de veterinaria.

“Si algo me pasara montando, moriría feliz”
“Si algo me pasara montando, moriría feliz”

El Hándicap de las Américas es el torneo más importante que se corre en la pista capitalina. Se festeja una vez por año, a finales de mayo, y en él se recorren mil 900 metros. En la pasada edición, Diamante negro y su jinete, Moisés González hicieron historia al ganar por tercera vez consecutiva este certamen. Otra justa emblemática es la Triple Corona. Ésta se compone de tres carreras de 1, 1.6 y 1.8 kilómetros, que el jinete debe montar con el mismo caballo.

Una mujer en la pista

En los minutos previos a su debut como jocketa en el Hipódromo de las Américas, Jazmín recuerda que sintió de golpe todas las emociones que hasta ese momento no se habían presentado. Su lugar en el Hándicap de 2014 representaba un gran logro en su vida profesional y en la equitación nacional. Antes de aquella tarde, otra mujer, María Luisa Villalobos, había sido la única en correr en el óvalo de Sotelo. Pasaron 11 años antes de que el programa volviera a tener una participación femenina.

“Si algo me pasara montando, moriría feliz”
“Si algo me pasara montando, moriría feliz”

A los 19 años (actualmente tiene 24), Jazmín Larios decidió dejar la carrera de mercadotecnia para entregarse en cuerpo y alma en su preparación para convertirse en jinete. No era raro. Los hombres de su familia (incluso su ahora esposo) habían optado por dedicarse al llamado “deporte de reyes”. Desde entonces ha acatado al pie de la letra las exigencias que el régimen de vida, casi militar, de un jockey exige: comer y dormir bien. “Quizá por eso todos estamos tan guapos”, bromea.

Lo más duro que tuvo que enfrentar fueron las “vallas” que sus propios colegas le ponían. En el ambiente pesado de los jinetes una mujer no tenía cabida. Cuando empezó su carrera nadie le quería dar una oportunidad. Y cuando al fin se la dieron, sólo le permitían montar a Cuartos de milla, la más rápida y peligrosa de las dos razas que se corren en el hipódromo, la otra es la Pura Sangre. Hubo consecuencias. Una vez, el caballo que venía montando le cayó encima.

El dolor era sólo equiparable con la desesperación de no poder mover las piernas. Por fortuna, pasados los dos meses de recuperación, pudo volver a montar. Así calló las bocas que se alegraban al pensar que el miedo la alejaría de la línea de partida.

Antes y después del accidente los comentarios machistas fueron una constante. “Sufrí mucho en todos los sentidos, pero yo creo que en no rendirte está el triunfo”. Y en efecto, su tenacidad no ha sido en vano. Gracias al lugar que Jazmín abrió, hoy en día existe mayor participación femenina en el de las  Américas. No obstante que son una minoría, pues no pasan de cinco (contando a Jazmín) las mujeres que trabajan en las caballerizas, hace diez años era impensable que se les diera una oportunidad ahí.

“Si algo me pasara montando, moriría feliz”
“Si algo me pasara montando, moriría feliz”

Jazmín se persigna cada vez que baja a la pista. “Le pido a la Virgencita que salgamos con bien yo y mis caballos”. Pero no le teme a la suerte que le deparen las carreras. “Sabemos a qué le tiramos. Es más grande el gusto que el miedo. Si algo me pasara corriendo, moriría feliz”.

Para el futuro piensa seriamente cambiar de residencia a los Estados Unidos, donde está segura que encontrará mejores oportunidades para el ejercicio de la equitación.

Buna es la yegua Pura Sangre favorita de Jazmín. En su lomo ha sentido la adrenalina incomparable de correr, contrastante (que no opuesta) a la emoción que en el papel de espectadora, ha sentido.

Rubén Escalona y Domiciano, triples campeones del Hándicap

Entre las figuras admiradas por Jazmín, su tío Rubén Escalona ocupa un lugar preferencial. No es para menos. El jinete es respetado en el ambiente ecuestre por sus hazañas en la pista.

El orgullo embarga a Rubén cuando habla de sus triunfos. Con 46 años de edad y 31 de jockey ha ganado tres veces el Hándicap de las Américas (1986, 2001 y 2003), así como la Triple Corona. A Rubén le viene la pasión equina por parte de su familia. A los trece años comenzó su preparación, en la hoy desparecida escuela de jinetes que estaba en el mismo Hipódromo. En 1985, año de su debut, fue líder de los jockeys del Hipódromo. Desde entonces las satisfacciones no han cesado.

Reconoce que en el oficio “no se gana un dineral; no se es pobre, pero tampoco se gana”. Toma como referencia el Hándicap. De un millón que gana el jinete triunfador, la mayor parte se le va entre el representante y el equipo. De tal suerte que la ganancia bruta para el corredor oscila entre los cincuenta o sesenta mil pesos. Pero poco importa el dinero ante el gusto de correr y sobre todo ante la emoción que da estar en el cuadrilátero (espacio adyacente a la pista donde los corredores reciben el premio).

Recuerda con especial cariño a Domiciano, el caballo con el que ganó sus máximos trofeos. En su opinión, lo mejor que un jinete puede hacer es encariñarse con su caballo. “Si un caballo huele el miedo, la desconfianza, hay más posibilidades de fallar. Ellos sienten el cariño en las manos”. En cuanto al retiro, no lo prevé para un futuro próximo. “Prefiero retirarme antes de que sea la pista la que me retire a mí”. Piensa que a los cincuenta es una edad apropiada para alejarse de las carreras.

El carácter empírico del aprendizaje para ser jinete permite que quien quiera serlo comience su preparación a la edad que le parezca conveniente.

Actualmente sólo va al Hipódromo dos días a la semana a entrenar dos o tres caballos por jornada. Los años de fajarse duro ya pasaron. Termina agradeciendo a la empresa y elogiando al coso, que hoy en día es el único campo de trabajo para el que se quiera dedicar a ser jinete y esperando que se le dé mayor promoción al deporte en nuestro país.

“Si algo me pasara montando, moriría feliz”
“Si algo me pasara montando, moriría feliz”

Desde la tarde de su inauguración, las Américas ha sido el referente indiscutible de la equitación en México. En su interior, la euforia arrebata por igual tanto a los ocupantes de los asientos generales como a los comensales de sus elegantes restaurantes. Orgullo de la ciudad, ofrece al visitante los argumentos necesarios para que seguir siendo “el más bello del Continente”, como lo llamaron los cronistas de hace setenta y tres años.

Foto antigua: Archivo hemerográfico de EL UNIVERSAL.

Fuentes: La presidencia imperial de Enrique Krauze, Historia moderna de México de Daniel Cosío Villegas y acervo hemerográfico de EL UNIVERSAL.

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